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Resumen de Evaluación de la relación patrimonio-depositarios. Caso: barrios Vaticano y Quirinal del balneario de las Cruces

Andrés Francis Richards Davico

  • Las Cruces es un balneario tradicional de Chile, ubicado en las costas del océano pacifico frente a su ciudad capital Santiago. Es depositaria de un número importante de recursos patrimoniales de orden ambiental y cultural. Ambientalmente son relevantes el Santuario de la Naturaleza Laguna El Peral, el Área Costera Marina Protegida Punta El Lacho, la duna Gota de Leche y la quebrada La Hoyada. Esta última, además de ser una reserva de especies vegetales endémicas, constituye la división espacial entre los barrios fundacionales del balneario: el Vaticano y el Quirinal. El nombre Vaticano proviene de la concentración de capillas, congregaciones católicas e imaginería religiosa en la ladera norte de la quebrada. Arquitectónicamente destacan sus grandes casonas de estilos: Rural, Pintoresquista y Modernas. Escenario que permite el refugio de referentes de la cultura como Juan Francisco Gonzalez, Pacheco Altamirano y el poeta Nicanor Parra, entre muchos otros.

    Valores patrimoniales que desembocaran en su salvaguarda por medio de su declaración Monumento Nacional en su categoría Zona Típica en año 2015. Sin embargo, como co-autor del expediente patrimonial que permitió su protección, me tocó evidenciar durante su elaboración una fuerte división entre los habitantes permanentes y temporales del balneario. Esta situación, sumada a la burocracia y deficiencias de la institucionalidad patrimonial chilena, pone en riesgo el futuro de los bienes patrimoniales como agentes de cohesión social y desarrollo necesarias según la Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico UNESCO 2011.

    En ese escenario, el presente trabajo pretende exponer y profundizar en los valores patrimoniales del caso. Pero principalmente, intenta entender su relación con los grupos depositarios en tensión. Para ello, se hizo un revisión histórica y sincrónica de los grupos sociales que interactúan en el territorio, para luego intentar registrar e interpretar su relación con los bienes patrimoniales en un escenario aislado respecto de las problemáticas institucionales y locales. Para ello, se propone exponer a representantes de los diferentes grupos sociales – Permanentes, Temporales y Flotantes - a un “dispositivo” que reemplace el monumento en discusión, pero sea capaz de mantener su efecto catalizador de la memoria según la definición de Joel Candau. Así, el reencuentro con “La Pajarera” se entiende como un experimento - o pretexto - para catalizar la memoria de los depositarios en una atmósfera neutral, descomprimida de los problemas e intereses inmediatos. Dicha experiencia congrega conversaciones con personas muy disimiles, pero vinculados por su afecto manifiesto a la localidad. Entre ellos encontraremos familiares de los propietarios originales de las casonas de veraneo, artistas, pescadores, profesionales, salvavidas, comerciantes, constructores, cocineras, entre otros. Cuyos relatos no solo nos permitirán evidenciar su aprecio a los valores encontrados, sino una serie de detalles que ayudan a comprender mejor la dimensión social del bien patrimonial. Así como la detección de puntos de vista común que podrían cimentar una acción propedéutica hacia la legitimización transversal del patrimonio local.

    Por último, esta experiencia significa un aprendizaje para los especialistas –o para mí al menos- sobre que no basta con mirar el patrimonio con ojos doctos o refugiados en la verdad histórica. También importa conocer las dinámicas de habitantes ordinarios y sus micro históricas que dan sentido al patrimonio que nos rodea.


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