La Insuficiencia Venosa Crónica (IVC), constituye una de las patologías más frecuentes en la sociedad occidental.
Además de un problema estético y de salud, conlleva consecuencias socioeconómicas y laborales de primer orden. Existen numerosas teorías etiopatogénicas, sin embargo, ninguna ha podido justificar de manera completa su origen y fisiopatología.
En la última década las teorías patogénicas más novedosas en la IVC, han concedido al comportamiento reológico de la sangre, y por tanto a las características del flujo sanguíneo y su interacción con la pared vascular, un papel relevante en la génesis y evolución de la enfermedad. El punto de partida de los estudios hemorreológicos en la IVC, lo constituye el hecho de que en este sector se dan las menores tasas de cizallamiento del árbol vascular, y que el comportamiento no newtoniano de la sangre condiciona que su viscosidad se incremente conforme disminuye el cizallamiento. En 1987 Dormandy y Nash, postularon de forma teórica la existencia de anomalías hemorreológicas en la IVC, que mediante un mecanismo de círculo vicioso participarían en la fisiopatología de esta entidad agravándola y perpetuándola. Dichas alteraciones tendrían su base en una hiparagregabilidad ertrocintaria. El origen del disturbio hemorreológico se ha relacionado con las lesiones microcirculatorias ligadas a la estasis.
Los objetivos de este estudio han sido el estudio del perfil hemorreológico en los pacientes afectos de IVC, y su comportamiento con la evolución de la enfermedad y tras el tratamiento quirúrgico.
Se ha determinado en 147 sujetos diagnosticados de IVC y carentes de factores modificadores de la hemorreología, la viscosidad sanguínea y plasmática (viscosímetro rotacional Brookfield DVIII), y el índice de agregación eritrocitaria (agregómetro fotométrico Myrenne MA-1). Un subgrupo de 45 sujetos fue sometido a safenectomía, tras la cual se realizó un
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