Dentro del ámbito de la Teología, en las últimas décadas, ha surgido un cierto interés por explicar la aparición de las imágenes de nuestro Señor, su iconografía, y el alcance tanto filosófico como teológico de esas imágenes, y sobre todo el explicar el status que poseen las imágenes dentro de la doctrina cristiana. Con tal fin las investigaciones se han dirigido al análisis de los primeros siglos del cristianismo.
Entre los estudiosos de la Antigüedad cristiana existe un consenso en señalar que los Padres de la Iglesia, como es el caso de San Agustín, con sus escritos y enseñanzas procuraban impedir el culto a las imágenes por ser posibles causas de confusión entre los fieles, y debido al latente riesgo de llevarlos a la idolatría. Ahora bien, la interpretación de esos escritos y enseñanzas es para algunos una condena al culto y al uso de las imágenes, mientras que para otros es una simple resistencia.
El estudio del Padre de la Iglesia más importante para occidente, San Agustín, se ve dificultado por el hecho de no haber escrito una obra sistemática sobre la cuestión de las imágenes. De ahí que en la investigación efectuada se proponga una serie de pasos que van desde lo marginal (concepto de arte) hasta el fundamento de las imágenes: la Encarnación. Así pues, la investigación se encuentra dividida en cinco capítulos: terminología empleada por San Agustín para referirse a las imágenes, el concepto de arte y el uso que le reconoce a las obras artísticas, la comprensión agustiniana de la idolatría, noción de culto y reflexiones en torno a la gnoseología, y finalmente, las enseñanzas agustinianas sobre la Encarnación que vienen a fundamentar la presencia de las imágenes en la Iglesia.
Las conclusiones a las que se llega después de recorrer los pasos anteriormente señalados son las siguientes. Para el Obispo de Hipona el término imago indica ante todo procedencia desde algo que es verdad
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