En la búsqueda del máximo rendimiento, los entrenadores someten a los atletas a esfuerzos que implican una considerable solicitación orgánica, y que pretende estimular al máximo sus posibilidades de adaptación. Con esa intención se diseñan periodos definidos como de sobreentrenamiento (SE), caracterizados por una dinámica de cargas que lleva al atleta a estados de fatiga considerables.
Estad dinámica entraña un riesgo evidente, pues puede desbordar la capacidad de respuesta orgánica y llevarle a padecer un Síndorme de Sobreentrenamiento (SSE), que supone un riesgo para su salud. El problema se plantea porque la fatiga alcanzada procede de diversas fuentes; tanto factores internos como externos al deportista pueden desempeñar un papel relevante, y los entrenadores, generalmente, no disponen de una información continua y fiable, que permita estimar el nivel de fatiga alcanzado tras cada entrenamiento.
La investigación que se presenta, pretende identificar indicadores del nivel de impacto que soporta el atleta, a fin de facilitar el desarrollo de instrumentos que permitan controlar el entrenamiento y su efecto. Los indicdores estudiados se han agrupado en psicológicos (percepción del esfuerzo, calidad del sueño, estados de ánimo), fisiológicos (nivel de lactato máximo y al umbral; frecuencia cardíaca máxima, al umbral y basal; molestias musculares y peso corporal),hormonales (testosterona y cortisol basal) y de rendimiento (velocidad máxima y al umbral).
Los resultados confirman que la puntuación total y la subescala fatiga del POMS, además de las molestias musculares, el peso corporal y el cortisol basal pueden ser indicadores útiles para monitorizar el nivel de impacto.
Por otra parte, en la respuesta de la testosterona basal aparecen dos patrones diferenciados, en función del nivel competitivo de los atletas, que podrían explicarse a partir de diferencias en la intensidad del esfuerzo realizado, o bien, de
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