Tras el análisis y clasificación de un gran número de obras pertenecientes al campo de las PRÁCTICAS ARTÍSTICAS ANTIVISUALES DEL SIGLO XX hemos podido confirmar que la ausencia de representación en la imagen, su negación y su vacío, responden a un complejo proceso de estrategias de reducción, ocultación, desmaterialización y resonancia de lo visible. Hemos confirmado que existen unas CLAVES ANTIVISUALES que desde las primerias vanguardias artísticas permanecen vigentes en la actualidad; que estas prácticas antivisuales se pueden clasificar en familias de ESTRATEGIAS dependiendo del grado de visualidad ofrecido al espectador; y que en su vigencia y renovación, ya no adquieren la forma de resistencia frente a la imagen espectáculo sino de tendencia autónoma pues se presentan con todo un abanico de PROCEDIMIENTOS que subrayan la materialización del vacío en lugar de la desmaterialización de la obra. En consecuencia, estas estrategias generan lo que hemos denominado como Vacío Creador porque propician un reencuentro con el espacio situado entre las cosas, con las ausencias y silencios, con lo no representado, y con el recuerdo a través de lo referenciado más allá de su apariencia. En el sujeto a su vez, el Vacío Creador permite por un lado llenar el vacío generado por la pérdida de la identidad, y por otro lado concede el reencuentro con la imagen de la sombra que nos pertenece. Entendemos que esta práctica sitúa al sujeto como un ente incompleto, contrario a toda visión del mundo unitaria y totalizadora y por tanto, como una realidad frágil pero llena de posibilidades.En este sentido, el VACÍO CREADOR nos ofrece el mundo como expectativa precisamente por su imperfección visual; y sus estrategias, son una mecha para la posibilidad de la DIVIDUALIZACIÓN, del ser inacabado que en su deseo por resolver lo irresoluble pone en juego su ser potencia.
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