Este trabajo indaga en los orígenes del hispanoamericanismo en Argentina en torno al año 1910. Será abordado, en primer lugar, como el discurso de un movimiento cultural que buscaba la construcción de un espacio intelectual compartido, pero a su vez, como una operación de ruptura con la generación anterior.
Durante el siglo XIX, España había sido vista por los hombres de letras argentinos como un país rezagado y de cuyo legado había que apartarse. A la independencia política debía seguirle la cultural. España era aquel país en los límites de la civilización, que no había alcanzado un progreso y un orden político al nivel de otros países europeos. Asimismo, América era la tierra de la barbarie, donde la naturaleza aún dominaba al hombre. Había que civilizar, para lo cual era necesario implantar las costumbres de otros pueblos, esto es, de la Europa del progreso. España, por su letargo, quedaba en los márgenes de aquella Europa ilustrada e industrial.
Sin embargo, en la primera década del siglo XX se produce un giro hispanófilo en Argentina. Varias fueron las circunstancias que tuvieron lugar para que eso sucediera. El modernismo sentó las bases de una comunidad letrada al hacer que por primera vez circularan ideas y saberes entre las repúblicas hispanohablantes, y más tarde, España. Un lenguaje y una literatura comunes fueron la condición para que apareciera el hispanoamericanismo. Pero es con el intervencionismo de los Estados Unidos que el movimiento comienza a delimitar sus rasgos. La amenaza militar, pero más aún la de ser absorbidos culturalmente por la nueva potencia, acelera el ritmo de su gestación.
En segundo lugar, el hispanoamericanismo era una construcción en respuesta a la supuesta superioridad de los pueblos anglosajones, más precisamente, los Estados Unidos. Ante las teorías degeneracionistas, se reivindicaba la pertenencia a una raza de raíz hispana que no se definía según las categorías científicas. Pertenecer a la raza era compartir una dimensión de sentidos que daba forma a una modalidad de ser. Las características físicas no eran tenidas en cuenta, ya que la raza no hallaba su principio en ninguna instancia material.
El hispanoamericanismo argentino nunca fue un programa político debido a que sus proyecciones era múltiples, tanto de izquierdas como de derechas. Su apertura fue su fuerza, al menos durante sus comienzos. Sus fronteras porosas hicieron posible que se integraran Francia, Portugal o Brasil. El latinismo impulsado desde París no fue su rival, sino una alternativa. En cambio, el panamericanismo fue el enemigo contra el cual se fue forjando.
El Centenario fue el momento de reflexión sobre la identidad de la Nación Argentina. El primer nacionalismo intentó dar con un origen hispano que sería fundante de la nacionalidad. España era entonces entendida como la matriz de una cultura propia que debía ser salvaguardada del implacable proceso de modernización que el país había iniciado. No obstante, esa afirmación de esa raíz hispana no era exclusiva de los nacionalistas. En el corpus de esta investigación se indagan autores socialistas o anarquistas, como así también hispanófobos nacionalistas.
El hispanoamericanismo no solamente tuvo su emergencia paralelamente a la construcción de una identidad argentina, sino que ensayó una articulación con ésta. El mito de la raza desbordaba los confines de la nación y se expandía continentalmente. Identificarse con ésta exigía una doble lealtad, hacia la nación y hacia la comunidad hispanoamericana. Así, la identidad nacional quedaba ligada al tronco hispano.
Esta tesis se estructura en cuatro partes con sus respectivos capítulos. En la primera el surgimiento del intelectual como condición de la formación de un campo cultural hispanoamericano. En cuanto a la segunda, se abordan los intercambios entre los intelectuales argentinos y españoles que fueron determinantes en el tejido de un espacio de ideas entre ambos.
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