La producción cuentística de Pío Baroja, que puede darse por concluida en 1902, representa en la historia del cuento en nuestro país el nacimiento de un nuevo tipo de relato breve, al comprender unas peculiaridades que lo diferencian del cuento literario español decimonónico o moderno. En muy poco coinciden, en efecto, las narraciones breves del escritor vasco con las de Pardo Bazán y "Clarín", autores por los que, a diferencia de Poe, Dickens, Turguenev o Dostoyevski, no sintió ningún interés. Pero la inspiración para sus creaciones breves (y para toda su obra) le vino a Baroja, más que de la lectura de obras anteriores, del mundo que vivió y le rodeó hasta sus treinta años, si bien trasladó a ellas, además, su forma de ser y de pensar, coincidente e influida la segunda en especial por Schopenhauer. Pasando a un enfoque interno de estos cuentos, a los que la crítica no ha concedido hasta ahora una espaciosa monografía, cuatro son los principales rasgos que los caracterizan: sencillez, variedad, libertad de imaginación para el lector y, sobre todo, un profundo lirismo.
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