La imagen de aquella casa vuelve una y otra vez a mi memoria. Ahí está de nuevo cuando comienzo un proyecto y cuando tengo que imaginar la textura o el material que envuelve el espacio. También cuando trazo las primeras líneas. Nadie sería capaz de reconocer una relación directa entre estas imágenes y los bocetos pero, sin embargo, ahí está. Como arquitecto me pregunto qué son estos recuerdos, por qué están ahí y si puedo confiar en ellos a la hora de proyectar. Atributos que no sólo dependen de mi estado de ánimo. Por el contrario, parece que existe un vínculo emocional entre mi cuerpo, mi mente y el espacio que produce estos indelebles recuerdos.
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