Nos ocupamos de la salud esquiva de Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582) a lo largo de su existencia terrena, no solo de la gran crisis de salud que sufriera en 1538, sino también de todos aquellos padecimientos de los que tenemos noticias. fiebres, vómitos, esquinancia, dolor de costado, paludismo, cefaleas, dolor de muelas, reuma, fracturas óseas, gota coral, perlesía, romadizos, mal de corazón, trastornos hepáticos, ginecológicos, etc. Así como de los padecimientos de las personas que la rodeaban, especialmente de sus monjas, y por aquí desfilan la melancolía, el zaratán, la obesidad, la hidropesía, las hinchazones, el tabardillo, el catarro, la peste y otras.
Realizamos un repaso a los remedios que utilizó personalmente o se usaron en su entorno directo a inmediato, dentro del arsenal terapéutico del que se disponía en aquella centuria, entre los que destacan las purgas y sangrías. Por último, nos ocuparemos de la alimentación en los conventos carmelitas del siglo XVI y de las informaciones disponibles sobre la dieta de la reformadora.
En lo concerniente a la salud de Teresa de Ahumada, la propia Madre describe sus síntomas orgánicos, gracias a lo cual podemos deducir algunos datos sobre el estado de los conocimientos médicos y farmacéuticos del siglo XVI. Analizamos esta parcela de la vida humana a través de las obras de una persona que nada tuvo que ver con estas actividades, aunque siempre estuvo preocupada por la salud de sus monjas y la de las personas con las que trató en su vida, y cuyos conocimientos al respecto constituyen una fuente indirecta de información que nos puede orientar sobre ciertos aspectos humanos acerca de lo que su experiencia la enseñó, de forma que nos dejó noticias al respecto al dejar traslucir detalles de los padecimientos que sufrió a lo largo de su vida, mientras que sobre los remedios utilizados para el alivio o curación, no es tanta la información que nos legó.
En el apartado de los medicamentos desfilan ungüentos, píldoras, pastillas, socrocios, sahumerios, jarabes, agua de azahar y aguas minero medicinales y sobre todo los jarabes, medicación a la que parece fue muy aficionada. Nos vamos a encontrar con una farmacia de corte escolástico, derivada de la teoría y práctica hipocrática y galénica, aunque Teresa recurre a los nuevos remedios traídos de las Indias Occidentales, si bien no a todos. Es decir, parece estar al tanto de las nuevas corrientes terapéuticas de su siglo, que se vieron fuertemente influenciadas por el descubrimiento del Nuevo Mundo, lo que contrasta con el empleo de remedios caseros y de fórmulas polifármacas, y cree nuestra protagonista que los astros regían la salud, no en balde existían en las universidades cátedras de Astrología.
Una de las preocupaciones constantes de la Reformadora, fueron las enfermas de melancolía, enfermedad hoy clasificada entre las maniaco depresiones, por lo que de perturbación conllevaba para la convivencia en sus palomarcitos. Muestra indudable de su preocupación es que le dedica un capítulo completo del libro de Las Fundaciones, el capítulo VII. Se incluirían en este concepto no sólo la depresión endógena sino también otros trastornos mentales como las obsesiones, los de la personalidad e incluso algunas formas de esquizofrenia. Ella recomendaba terapia ocupacional y laborterapia, de manera que estuvieran distraídas, y distinguía entre las beatas melancólicas y la melancolía enfermedad, indicando la necesidad de tratar de forma individualizada cada caso, siempre que fuera posible. Tanta es su preocupación por esta cuestión de las monjas melancólicas que también dedica a ellas el apartado 17 de Visita de Descalzas.
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