El estrés psicológico agudo e intenso provoca lesiones celulares en diferentes tejidos como el corazón y el hígado pero es menos conocido el daño ocasionado por el estrés social. En ratones machos, el comportamiento agresivo es un estímulo social. Es un hecho destacado que, después de un episodio de lucha, las glándulas salivales submaxilares liberan diversos péptidos al torrente sanguíneo y entre éstos, el factor de crecimiento epidérmico (EGF). Anteriormente, se ha demostrado que la liberación de EGF al torrente sanguíneo protege el corazón del daño celular ocasionado por esta situación estresante. En este trabajo estudiamos el efecto de la lucha sobre el hígado y si, el EGF tiene también un efecto protector sobre éste. La lucha en ratones machos provoca una respuesta inflamatoria y un incremento transitorio de las actividades alanina y aspartato transaminasa en el plasma. También, después de la lucha, se observan infiltraciones de neutrófilos en el parénquima hepático sobre aquellos hepatocitos eosinofílicos que corresponden a hepatocitos que han entrado en un proceso de muerte. Pocas horas después de la lucha, el parénquima hepático muestra evidencias de lesiones necróticas. La escisión de las glándulas salivales submaxilares, sialoadenectomia, no provoca una disminución de la concentración de EGF plasmática y no afecta al incremento de las actividades de las transaminasas al plasma. Tampoco la administración de tirfostina AG-1478 (inhibidor del receptor del EGF) modifica el incremento en plasma de la actividad alanina transaminasa. En cambio pero, sí potencia el incremento de la actividad aspartato transaminasa y la actividad creatina quinasa, lo que sugiere, la existencia de daño cardíaco. Nosotros concluimos que la lucha provoca un cierto daño hepático y qu la liberación de EGF no protege este órgano a diferencia de lo que sucede en corazón.
Es conocido que la sialoadenectomía altera la renovación de las células hepáticas del ratón. Nosotros mostramos que el hígado de un animal adulto presenta focos dispersos de infiltración leucocitaria y que el tamaño de éstos corresponden a la media del diámetro que tiene un hepatocito. El número de focos de infiltración en el hígado incrementa rápidamente después de la sialoadenectomia y se mantiene elevado varias semanas después. Los neutrófilos son reclutados sobre el hepatocito justo después de iniciarse el proceso de apoptosis. Los macrófagos, aparecen más tarde en este mismo proceso. 2 días depués de la sialoadenectomía, el número de focos de infiltración de tipo I (que corresponden al primer estadio) ha aumentado 5 veces. Dado que estas alteraciones el parénquima hepático coinciden con la disminución transitoria de la concentración de EGF al plasma, estudiamos si la inhibición del receptor del EGF, a través de la administración de genisteína, producía un efecto similar. Después de 3 días de administración de genisteína, el número de focos de infiltración de tipo I aumenta 3,5 veces. Los ratones sialoadenectomizados son más sensibles que los animales control a la administración de endotoxina bacteriana. El 90% de los ratones sometidos a operación simulada sobreviven a la administración de una dosis de 100 ¿g/kg de lipopolisacárido (combinado con D-galactosamina 750 mg/kg) mientras que sólo lo hacen el 50% de los animales sialoadenectomizados. Además, los animales sialoadenectomizados que sobreviven se recuperan más lentamente que sus respectivos controles como lo indican los altos niveles de la actividad de la alanina transaminasa una semana después de la administración de la dosis de la endotoxina. Nosotros podemos concluir, en primer lugar, que tanto los neutrófilos como los macrófagos intervienen en la apoptosis y renovación de los hepatocitos de forma secuencial; y en segundo lugar, que a pesar de la modificación estructural del parénquima hepático inducida por la sialoadenectomía es media, es suficiente para modificar la respuesta del hígado para tratar estímulos agresivos posteriores.
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