Las prácticas teatrales y dancísticas, junto con las recientes invenciones del happening y de la performance, iniciaron conjuntamente un nuevo paradigma artístico, internacional, entre finales de los años cincuenta y finales de los años setenta del siglo XX. En la medida en que el gran afán de experimentalidad y las innovaciones, que se introdujeron con las revoluciones del albor de la postmodernidad, aún no se han agotado, y en la medida en que, a pesar de tal cambio paradigmático, tradiciones precedentes aún siguen arraigadas a la cultura occidental ―de tal suerte que una pluralidad de modelos, muy diferentes entre ellos, conviven y se enfrentan—; habría que plantear muchos problemas no resueltos. Entre todos ellos, elegimos uno nuclear. Se trata del problema del sentido y de la significación en las artes performativas contemporáneas.
¿Se pueden entender estas artes? Al transgredir los códigos de producción y de recepción clásicos, las artes performativas obstaculizan su propia inteligibilidad. El sujeto receptor se pregunta qué está viendo, a qué acontecimiento asiste, cuál es su modo de participación en él, cómo descifrar, leer, o asimilar la obra de arte. El artista, por su parte, se cuestiona qué está haciendo, cuál es el sentido de lo que hace, qué signos emplea, o contra qué signos actúa.
La pregunta por las posibilidades de significación de las artes performativas contemporáneas no ha sido suficientemente atendida hasta ahora. Si las concepciones de las que nacen la danza y el teatro se vuelven cada día más coincidentes; si se ha producido, efectivamente, un giro performativo en la historia del arte reciente; si se han tendido, por fin, firmes puentes entre cuerpo y palabra, o entre gesto y voz; si se ha producido una efectiva independencia de lo escénico con respecto a lo literario… ¿De dónde emerge el sentido? ¿Es el cuerpo significante? ¿Hay una significación de la gestualidad? ¿Qué correspondencias hay entre signicidad y materialidad? ¿Existe un lenguaje físico, que subsuma al lenguaje verbal? ¿Un acontecimiento artístico es un ritual en el que se articulan relaciones entre signos? ¿Podría ser, este ritual, un lugar destinado a la instauración de nuevas convenciones sígnicas? ¿No se trata, precisamente, de atentar contra el signo para acabar con la univocidad interpretativa? Para contestar a estar preguntas, iniciaremos una exploración desde tres territorios: Cuerpo, Gesto y Rito. A partir de ellos, propondremos tres vías para pensar el problema.
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