El fin último de la función renal es la excreción de catabolitos, el equilibrio de los volúmenes y el control homeostático de los líquidos corporales; todo ello se traduce en un control a largo plazo de la presión arterial.
En consecuencia, la función renal sufre reajustes ante cambios de la presión arterial, que afectan de modo diferente a las variables funcionales hemodinámicas (fenómeno de autorregulación del flujo sanguíneo renal y de la tasa de filtración glomerular) y a las excretoras (fenómeno de natriuresis-diuresis de presión). Numerosos estudios demuestran la participación del óxido nítrico (NO) en la regulación de ambos fenómenos, sugiriendo que es una sustancia con un importante papel en la fisiología renal.
El proceso de isquemia-reperfusión (I-R) renal produce un insuficiencia renal aguda (IRA), que se caracteriza por un deterioro de la función renal, resultando en una incapacidad del riñón para la correcta excreción de los productos nitrogenados procedentes del metabolismo y el mantenimiento del volumen y homeostasis de los líquidos corporales. Si no se consigue revertir el proceso, acaba siendo necesaria la diálisis ambulatoria o hemodiálisis y finalmente el transplante renal, para garantizar la supervivencia y calidad de vida a medio o largo plazo respectivamente. La tasa de mortalidad media es ³ 50 %. La IRA se caracteriza, a nivel de las variables hemodinámicas, por una fuerte caída de la tasa de filtración glomerular, con un menor flujo sanguíneo renal y perturbación de la microcirculación renal, todo ello acompañado de vasoconstricción, aumento de la resistencia vascular, congestión medular y pérdida de la autorregulación renal, asociadas con una disfunción endotelial. En relación con los fenómenos excretores, generalmente se observa un incremento de la excreción fraccional de sodio y agua, con reducción de la excreción neta por desplazamiento de la curva de natriuresis-d
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