El trasplante ortotópico de hígado (TOH) se ha consolidado como tratamiento de elección de enfermedades hepáticas graves o irreversibles y, aunque el rechazo agudo constituye la principal dificultad para el éxito de estos trasplantes, el hígado presenta características únicas en trasplante de órganos sólidos y puede ser aceptado en ausencia de compatibilidad HLA-A, -B o -DR.
Recientemente, se ha observado que el locus HLA-C parece ejercer cierto efecto en este tipo de trasplantes, tanto como antígeno clásico de trasplante como ligando de receptores KIR (del inglés, Killer Immunoglobulin-like receptors). Estos receptores son expresados por células NK y ciertas subclases de linfocitos T, principalmente del subtipo CD8, y su función parece ser, primordialmente, la de inhibir la actividad citotóxica de estos tipos celulares. Por este motivo, en este trabajo se realizó el tipaje de los loci HLA de clase I, por técnicas de microlinfocitotoxicidad y de biología molecular, para evaluar su efecto sobre la evolución del trasplante hepático. Además, las distintas poblaciones celulares que intervienen en la respuesta inmunológica, principalmente los subtipos de linfocitos T CD8+KIR2D+, se monitorizaron mediante citometría de flujo durante el primer año postrasplante. Para los distintos análisis, los trasplantes se clasificaron considerando la aparición o no de episodios de rechazo agudo temprano y los genotipos HLA-C de donante y receptor.
Los resultados obtenidos en este trabajo mostraron que el HLA-C, a diferencia de los loci HLA-A o -B, puede influir en la evolución del trasplante hepático. En efecto, se pudo observar que la frecuencia de episodios de rechazo agudo disminuía cuando aumentaba la compatibilidad alélica HLA-C y que la presencia del epítopo Lys80 en el genotipo de los receptores del injerto suponía un factor de susceptibilidad para el desarrollo de episodios de rechazo agudo. Esto se confirmaba cuando se consideraba el genotipo HLA-C completo de los pacientes pues, el genotipo C2/C2 homocigoto se asoció con el rechazo, mientras los pacientes C1/C1 homocigotos presentaban una mejor aceptación del injerto. Sin embargo, el genotipo C1/C2 heterocigoto del donante era el único vinculado a la evolución del trasplante a corto plazo y sólo en combinación con el genotipo del paciente, ya que ejercía un efecto diferencial en pacientes C1/C1 o C2/C2 homocigotos, favoreciendo la aceptación del injerto en los primeros y aumentando la frecuencia de rechazo en los trasplantes realizados con pacientes homocigotos para C2.
Respecto a las poblaciones celulares, se pudo comprobar que el mayor porcentaje de linfocitos T CD8+KIR2D+ durante los primeros 15 días postrasplante y la expansión progresiva de estás poblaciones durante el primer año postrasplante se asociaba a la ausencia de episodios de rechazo agudo. En un análisis posterior, en el que los pacientes se clasificaron según su genotipo HLA-C, se observó que los C1/C1 homocigotos mostraban valores porcentuales y absolutos de linfocitos T CD8+KIR2D+ significativamente superiores en el grupo de pacientes sin rechazo agudo. Por otra parte, en las distintas combinaciones de trasplante según el genotipo HLA-C de receptores y donantes, las situaciones en las que se producía un mayor aumento de linfocitos T CD8+KIR2D+ eran aquellas en las que donante y receptor compartían al menos un ligando C1.
Estos resultados indican que el tipaje HLA-C y la monitorización de las poblaciones de linfocitos T CD8+ que expresan receptores KIR2D podrían contribuir a detectar la mejor predisposición para la aceptación del injerto y, por tanto, serían una herramienta útil para el ajuste de la terapia inmunosupresora de pacientes sometidos a trasplante hepático según las necesidades propias de cada individuo.
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