El teatro era una práctica cultural y una forma de sociabilidad central en las sociedades europeas del siglo XVIII y la Galicia urbana de este período no permaneció ajena a esta dinámica cultural hegemónica. A pesar de la desatención que, de modo general, ha recibido el fenómeno teatral en la Galicia de este período por diferentes narrativas historiográficas, y en mayor grado por la historiografía literaria, durante la segunda mitad del siglo XVIII en los principales núcleos urbanos gallegos se produjo una instalación fluida de compañías itinerantes de comedia española e italianas especializadas en ópera.
Este trabajo tiene por objetivo reconstruir el volumen y el tipo de actividad teatral que acogieron las ciudades de Ferrol y Coruña en el período específico que abarca entre 1768 y 1806, una vez que el empresario italiano de óperas, Nicolà Setaro, hubo proyectado los primeros coliseos estables urbanos, ofreciendo la infraestructura necesaria para la consolidación de esta práctica cultural en territorio gallego. De modo complementario, examinamos el apoyo que el campo del poder ha destinado a la diversión teatral, puesto que eran los ayuntamientos las instituciones políticas que concentraban plenas competencias en la gestión y gobierno teatral, por delegación expresa de la Corona. Estos organismos políticos, en virtud de los agentes de poder que ocupaban cargos capitulares, tenían la potestad de aprobar en las asambleas municipales la concesión, o no, de las licencias teatrales, requisito administrativo obligatorio para que cualquier compañía teatral u operática pudiese dar funciones en una ciudad. Esto permitía a los regidores municipales dirimir si una compañía merecía la obtención del permiso teatral, por cuánto tiempo, con cuáles condiciones, así como, bajo qué normas debería desarrollarse obligatoriamente el espectáculo teatral, tanto en lo que concierne al escenario como al interior de la sala teatral, etc. Por esta vía, los regidores y otros oficios municipales explicitaban los criterios que guiaban su voto, todo lo cual nos permite tener un acceso privilegiado a las consideraciones, preferencias e intereses de los agentes del campo del poder en relación al hecho teatral.
En este sentido, debemos precisar que la actividad teatral era la modalidad de ocio urbano más practicada y valorizada en este período, al tiempo que el acto de consumo teatral en los coliseos comerciales funcionaba como un “evento público performativo” altamente codificado y ritualizado. La suma de todo ello inducía a que en torno a la actividad teatral se generase un considerable “capital simbólico”, utilizando la conceptualización de Bourdieu. Por este motivo, uno de los objetivos principales de este trabajo es dilucidar las funciones políticas y simbólicas que el teatro desempeñaba para las instituciones del campo del poder -en favor de los ayuntamientos, en primer término, pero también de otras instituciones superiores, como la Corona-. Desde esta perspectiva, el teatro, además de llevar a cabo una función lúdica y de sociabilidad, era una herramienta legitimadora que fijaba y fortalecía la soberanía de estas instituciones políticas gracias a la “producción de creencia”. En el transcurso de la "performance teatral" se naturalizaba un determinado orden político a partir de diversas estrategias, como la distribución espacial y distribución social del público en el auditorio, la vigilancia y el control comportamental de sus cuerpos por medio de una rígida normativa, el uso de la iluminación, el recurso arquitectónico del "panóptico", etc. En paralelo, esta operación de transferencia de capital simbólico por la práctica teatral y de normativización de una orden social ideal fue igualmente aprovechada por los grupos sociales dominantes en el ámbito urbano gallego (la alta y baja nobleza y la burguesía emergente) con el fin de afianzar su posición de centralidad en el espacio social y en el campo del poder -el caso de la nobleza-, o de disputar estas posiciones centrales -el de la burguesía-, sirviéndose para ello de recursos y estrategias diferentes en cada caso, condicionadas por su posición y sus “capitales” específicos.
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