La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera los estilos de vida como la manera general de vivir que se basa en la interacción entre las condiciones de vida y los patrones individuales de conducta, los cuales están determinados por factores socioculturales y por las c aracterísticas personales de los individuos. De este modo, ha propuesto la siguiente definición: “Los estilos de vida son una forma de vida que se basa en patrones de comportamiento identificables, determinados por la interacción entre las características personales individuales, las interacciones sociales y las condiciones de vida socioeconómicas y ambientales” (1).
La transición epidemiológica de las enfermedades transmisibles a las no transmisibles, entre ellas las crónicas, ha llevado a que éstas en la actualidad sean la principal causa de mortalidad en nuestro país, cobrando especial importancia el estudio de los estilos de vida relacionados con la salud (2).
Entre las dimensiones que integran los estilos de vida se han incluido conductas de salud y preferencias relacionadas con el tipo de alimentación, actividad física, consumo de alcohol, tabaco u otras drogas, responsabilidad para la salud, actividades recreativas, relaciones interpersonales, prácticas sexuales, actividades laborales y patrones de consumo (3-6). La OMS definió en 1986 las conductas de salud u orientadas hacia la salud -Health behaviors en inglés-, como cualquier actividad de una persona, con independencia de su estado de salud real o percibido, encaminada a promover, proteger o mantener la salud, tanto si dicha conducta es o no objetivamente efectiva para conseguir ese fin (7).
En la IV Conferencia Internacional sobre Promoción de la Salud, celebrada en Yakarta (Indonesia) en 1997 (8), se enfatizó en la necesidad de incrementar en los países la conciencia y los esfuerzos sobre la adquisición de conductas de salud que componen los estilos de vida, especialmente en los colectivos más desfavorecidos. En principio, el colectivo inmigrante lo es, si lo comparamos con la población autóctona de las zonas receptoras, debido fundamentalmente a las condiciones de vida y de trabajo a que se ven sometidos con frecuencia (9). Dicho colectivo inmigrante de cualquier zona del mundo se ve inmerso dentro de los denominados movimientos migratorios. Adepoju en 2005 (10) describe que el principal flujo migratorio del mundo se produce en el continente africano, desde África Oriental a África Occidental, afirmando Cebrián (11) en 2009 que España se sitúa entre los principales países receptores de flujos migratorios. Debido a ello, en las dos últimas décadas desde inicios del siglo XX, se ha incrementado en la literatura científica biomédica el número de trabajos enfocados al estudio de la salud de la población inmigrante (12). Aparte de los trabajos de Rodríguez et al. (13, 14) sobre la salud de los inmigrantes, son pocos los estudios que se han acercado a las necesidades sanitarias de esta población por medio de encuestas poblacionales (15).
Este tipo de aproximaciones son de gran importancia ya que, tal y como exponen Gushulak et al. (16) y Rodríguez et al. (14), estudiar la salud exclusivamente a través de los pacientes que acuden a los servicios sanitarios puede crear estereotipos que identifiquen a la población inmigrante con personas enfermas, cuando la realidad parece ser diferente. Tal como exponen los autores anteriores (14,16), la falta de representatividad de la población inmigrante que ha habido en algunas encuestas de salud regionales es lo que promueve la realización de trabajos como el que aquí se presenta, que tratan de dar respuesta a preguntas que no han podido responderse con la información de los registros sanitarios de base poblacional disponibles.
Las diferencias en el estado de salud, en los estilos de vida y en el uso de los servicios sanitarios, según el país de origen de las personas, pueden tener importantes implicaciones a la hora de garantizar la asistencia sanitaria de la población. En los últimos años, la administración sanitaria se ha concienciado de esta necesidad y, actualmente, una gran parte de las encuestas de salud permiten identificar a la población según el lugar de origen (15).
Hoy en día, es necesario que las fuentes de información sanitaria recojan otras variables que permitan dilucidar los factores que explican la salud de la población, así como identificar, en todo caso, las posibles desigualdades en salud producto de los mismos (17). Algunos autores (18-20) dejan entrever cómo la salud del colectivo inmigrante empeora según aumenta el tiempo de estancia en el país receptor. Quizás este hecho se asocie con la hipótesis del “inmigrante sano”, unido al deterioro de la salud tras la llegada al país receptor, deterioro que distintos estudios han relacionado con la pérdida de estatus social (21), la privación material (22), la inseguridad económica (23-25), la discriminación y la ruptura del soporte social, entre otros factores (26). Otra variable que es necesario tener en cuenta a la hora de estudiar la salud de la población inmigrante es la situación administrativa. Rodríguez et al. (13) afirman que la irregularidad conlleva una mayor predisposición al estrés (16), mayor discriminación laboral (27), mayores dificultades de acceso al sistema sanitario (28) y, en definitiva, una mayor vulnerabilidad tanto social como sanitaria (13).
En este sentido, diversas investigaciones (29-31) han mostrado la importancia de conocer las conductas de salud de la población con el fin de disponer de una mejor información que pueda ser utilizada para intervenir y mejorar la situación de salud. Específicamente, los estilos de vida saludables incluyen conductas de salud, patrones de conducta, creencias, conocimientos, hábitos y acciones de las personas para mantener, restablecer o mejorar su salud. Son producto de dimensiones personales, ambientales y sociales, que emergen no sólo del presente, sino también de la historia personal del sujeto (32). Los estudios llevados a cabo con población inmigrada sobre su salud consideran la participación de dicho colectivo como una condición indispensable para que puedan expresar sus demandas (33,34) y se garantice la cobertura de sus necesidades (35,36), su protagonismo como agentes de salud (37) y, finalmente, su empoderamiento para promover su autorresponsabilidad en la salud (38, 39).
Para un mejor abordaje de dicho fenómeno, es necesario entender la migración como un proceso con diferentes fases o etapas, asociadas a problemas de salud específicos que van desde los procesos de incomunicación inicial hasta los problemas de identidad en la fase de asentamiento (40), y el conocimiento de la realidad y formas de vida de los inmigrantes como un elemento imprescindible para fomentar y promocionar su salud.
Con el fin de favorecer y promocionar el estado de salud de los inmigrantes, se requieren profesionales que atiendan sus respuestas humanas de forma integral. Desde la profesión enfermera se otorgan cuidados a las personas sanas y enfermas dentro de su ciclo vital (6). Para brindar cuidados en enfermería y ayudar a las personas a mantener o recuperar su salud debemos prestar especial atención a la cultura, las creencias de salud y enfermedad, los valores y prácticas de las personas (41); por tanto, las enfermeras deben estar preparadas para afrontar el reto de cuidar al colectivo inmigrante (42) y, para esto, es fundamental conocer sus conductas de salud (43), muchas de ellas determinadas por la cultura (44), con el fin de que puedan ser intervenidas para conservar o recuperar la salud (45).
En la última década, ha sido un tema de preocupación en enfermería la forma en que se debe adaptar el cuidado a la población inmigrada (42), aseverando Baraza et al. (46) que la atención de enfermería a este colectivo debe basarse en la aplicación de cuidados integrales a partir del conocimiento cultural y de la valoración inicial, identificando los principales diagnósticos enfermeros con los que se trabajará su intervención conjuntamente con la persona inmigrante, teniendo como resultado un plan de cuidados adaptado culturalmente a su contexto. Consideramos, pues, que uno de los grandes desafíos que tiene nuestra disciplina es mejorar la salud de la persona, considerando sus aspectos actitudinales y comportamentales.
La presente Tesis se inscribe bajo la perspectiva de la Salud Pública, en la línea de investigación “Promoción de la Salud en las distintas etapas de la vida” del Departamento de Enfermería y dentro del Proyecto de Investigación (PI-0138) “Análisis descriptivo de las conductas de salud en personas inmigrantes y autóctonas en la ciudad de Sevilla” financiado por la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía en la Convocatoria de 2009. A lo largo del desarrollo de la Tesis se han llevado a cabo tres estancias académicas y de investigación de tipo predoctoral bajo la temática de la Inmigración y Promoción de la Salud, la primera en la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia en Medellín, Colombia (3 meses), la segunda en la Facoltà di Medicina e Chirurgia de la Universitá degli Studi di Firenze (1 semana) y en la actualidad, durante 6 meses, en la Escola Superior de Saúde de la Universidade do Algarve en Faro, Portugal.
El estudio que se presenta se enmarca en el contexto de los proyectos de investigación que promueven tanto la política sanitaria nacional (Plan Nacional I+D+I) (47) como la de la Comunidad Autónoma de Andalucía (Plan Andaluz de Investigación, Desarrollo e Innovación (PAIDI) (48), III Plan Integral para la Inmigración y III Plan Andaluz de Salud) para dar solución a los problemas de salud de la población española y de la andaluza, respectivamente, ya que, en ambos casos, tales políticas contemplan entre sus líneas prioritarias la investigación sobre “Inmigración y Salud”.
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