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Dolor crónico asociado al cáncer en adultos

  • Autores: Sonia Expósito Vizcaíno
  • Directores de la Tesis: Jordi Miró (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universitat Rovira i Virgili ( España ) en 2019
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Elena Castarlenas Solé (presid.), Mª Carmen Berbís Morelló (secret.), Mireia Llauradó Serra (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Salud, Psicología y Psiquiatría por la Universidad de Almería y la Universidad Rovira i Virgili
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: TDX
  • Resumen
    • Para los pacientes oncológicos, el dolor es una experiencia muy habitual. A pesar de los esfuerzos realizados para controlar el dolor, Elliott, Smith, Penny, y Smith (1999) o Khosravi, Castillo, y Pérez (2007) mostraron que el dolor estaba presente en el momento del diagnóstico entre el 30-50% de pacientes y en fases avanzadas entre el 70-90% (de los cuales el 70% tienen su origen de dolor en la progresión de la enfermedad y el 30% se relaciona con los tratamientos o patologías asociadas).

      En cuanto a su evolución, el dolor se incrementa con la progresión de la enfermedad oncológica mientras que la intensidad, tipo y localización del mismo varía de acuerdo al sitio primario del tumor, extensión y progresión de la enfermedad y del tratamiento empleado (Hernán, 2013; Silva, 2003). Esta complejidad y variabilidad en los datos también hace que determinar el porcentaje de dolor crónico en el paciente oncológico sea más complejo aún si cabe, oscilando las estimaciones entre un 30% y un 60% (Brown, Ramirez, y Faquhar-Smith, 2014).

      En los pacientes con cáncer, el dolor tiene importantes repercusiones en su vida cotidiana. Es un determinante clave del deterioro de la calidad de vida del enfermo, produciendo un efecto devastador en muchos aspectos de la vida diaria del paciente (Torralba, Miquel, y Darba, 2014). Por ejemplo, encontramos estudios que muestran que el dolor está asociado a trastornos del sueño (Sochor y Slama, 2015), aislamiento (Katz, Rosenbloom, y Fashler, 2015), falta de apetito (Van den Beuken-van et al., 2007) o disminución de la actividad física (Van den Beuken-van et al., 2007) entre otros.

      No obstante, todavía no se dispone de un modelo teórico que permita determinar con precisión la aparición del dolor o su persistencia, tampoco su potencial impacto. Disponer de esta información es esencial para desarrollar mejores tratamientos, incluso para promover la prevención del dolor crónico y la discapacidad en las personas con cáncer.

      Precisamente, el objetivo de esta tesis era aportar información relevante que permita conocer mejor el dolor en los pacientes con cáncer. En cada estudio se utilizó un procedimiento y métodos específicos.

      En el primero de ellos todos los pacientes diagnosticados de mieloma múltiple (MM) candidatos a tratamiento con bortezomib atendidos en el Hospital Joan XXIII durante 2013 y que firmaron consentimiento informado fueron incluidos en el estudio. Como criterios de exclusión: presentar alteraciones cognitivas o psiquiátricas que pudieran interferir en la correcta comprensión de la entrevista, o complicación grave derivada de la enfermedad, o estancia en unidad de cuidados intensivos, o contar con antecedentes de polineuropatía o diabetes mellitus. Los participantes eran entrevistados individualmente e informaban sobre la presencia, las características y el impacto del dolor, así como de los efectos adversos del bortezomib. Para ello los participantes contestaron una serie de cuestionarios (cuestionario de información sociodemográfica, escala de grado de neuropatía de la OMS, escala Leeds Assessment of Neuropathic Symptoms and Signs (LANSS) para discernir dolor neuropático de otros tipos de dolor, escala Brief Pain Inventory (BPI) para determinar el impacto del dolor en las actividades de la vida diaria (AVD), cuestionario de percepción subjetiva para priorizar los efectos adversos de bortezomib y un cuestionario de caracterización de los síntomas mediante la escala Neuropathic Pain Diagnostic Questionnaire (DN-4 ) junto a un examen clínico para determinar y caracterizar los síntomas de dolor neuropático.

      En el segundo estudio se empleó el método Delphi. Este método implica seleccionar un grupo de expertos a los que se consulta a través de cuestionarios en un proceso iterativo hasta alcanzar el consenso en las respuestas. Se estableció la estabilidad cuando el ítem había sido identificado como un factor predictor por un número igual o superior al 75 % de los participantes, como sugieren estudios previos (Miró, 2007). Para participar en este estudio, los expertos debían cumplir uno de los criterios siguientes: 1) un mínimo de 2 años de experiencia clínica en dolor oncológico; y 2) contar con actividad investigadora activa y por un mínimo de dos años. Un total de 53 expertos fueron invitados a participar. 29 expertos participaron en la primera ronda y 22 en la segunda. Específicamente, se consultó a través de cuestionarios on line sobre la identificación de los factores de riesgo de cronificación del dolor oncológico más importantes en pacientes con cáncer. De forma exploratoria también se consultó sobre los principales factores protectores. Para ello previamente se realizó una exhaustiva revisión bibliográfica donde se identificaron un total de 165 artículos de los que se derivaron 42 posibles predictores. Dos rondas fueron suficientes para alcanzar consenso. En general, los estudios que utilizan esta metodología alcanzan el consenso con dos rondas de preguntas, aunque puede variar entre dos y cinco (Landeta, 1999).

      El tercer estudio implicaba la realización de un estudio multicéntrico. Se entrevistó a 156 pacientes con dolor crónico oncológico atendidos en 5 hospitales de referencia de Tarragona durante 2017 (Hospital Universitario Joan 23 de Tarragona, Hospital San Pau i Santa Tecla CAP Llevant, Hospital Pius de Valls, Hospital San Joan de Reus i Hospital del Vendrell). Se contactó con los 5 centros hospitalarios de referencia para explicarles el estudio e invitarles a participar. En cada centro se contó con la participación de personal colaborador a los que se informó sobre los objetivos del estudio y formó para ayudar en la recogida de datos. Los pacientes participantes fueron contactados en las unidades de hospitalización oncológicas durante los 8 meses que duró la recogida de datos. El tiempo estimado para la cumplimentación de los cuestionarios era de 15 minutos. Los criterios de inclusión para ser elegibles para el estudio fueron: 1) ser mayor de 18 años; (2) tener un diagnóstico de patología oncológica y (3) sufrir dolor crónico (esto es, dolor de una duración mínima de tres meses) derivado del proceso oncológico. Los criterios de exclusión fueron: (1) sufrir algún tipo de alteración cognitiva o patología psiquiátrica que impidiese la correcta comprensión y respuesta a la entrevista y (2) haber experimentado dolor crónico previo al diagnóstico oncológico.

      Los participantes fueron entrevistados individualmente e informaron sobre la presencia de dolor, sus características, los factores psicosociales relacionados y el impacto del dolor y la fatiga en sus AVD. Las escalas y cuestionarios utilizados para ello fueron: Cuestionario sobre variables sociodemográficas/descriptivas donde se recogió información sobre la edad, sexo, estado civil y diagnóstico oncológico de cada paciente, intensidad del dolor mediante una escala numérica de 0-10, nivel de fatiga mediante la Escala de siluetas de fatiga, el cuestionario Pain catastrophizing (PCS) para determinar una percepción mental negativa y exagerada respecto a la experiencia de dolor, tanto real como anticipada, escala BPI y el cuestionario Medical Outcomes Study – Social Support Survey (MOS-SSS) que evalúa soporte social global pero también soporte emocional, afectivo, instrumental e interacción social positiva.

      Todos los pacientes dieron su consentimiento informado previo a su inclusión en el estudio, que había sido aprobado por el Comité de Ética de los centros participantes.

      En cuanto a los principales resultados obtenidos en cada uno de los estudios en función de los objetivos planteados fueron:

      - Estudio 1: Dolor neuropático en pacientes oncológicos en tratamiento con bortezomib.

      Objetivo: Identificar, describir y evaluar el impacto del dolor en las actividades de la vida diaria (AVD) en un grupo de pacientes con mieloma múltiple tratados con bortezomib.

      Resultados: Participaron 22 personas, de las cuales la mitad presentaron NIQ, siendo el grado 2 el predominante. La localización más habitual del dolor neuropático era manos y pies; aparecía de manera espontánea y progresiva empeorando en reposo y durante la noche, con predominio de síntomas positivos. El impacto del dolor se reflejó en todas las AVD. La limitación principal fue la incapacidad para disfrutar de la vida. La neuropatía periférica ocupó el primer lugar en orden de importancia subjetiva para el paciente seguido de la fatiga y el estreñimiento.

      - Estudio 2: Factores psicosociales en el dolor crónico oncológico: un estudio Delphi.

      Objetivo: Identificar los factores de riesgo de cronificación del dolor oncológico más importantes, y explorar posibles factores protectores.

      Resultados: Dos rondas fueron suficientes para alcanzar el consenso. Un total de 22 expertos participaron en ambas rondas. Los principales factores de riesgo identificados fueron: el proceso oncológico, el dolor mal controlado y los factores psicológicos, particularmente el catastrofi smo. Entre los factores protectores destacaron: soporte social, tratamiento precoz del dolor, personalidad optimista y adherencia al tratamiento.

      - Estudio 3: El papel de los factores físicos, cognitivos y sociales en las actividades de la vida diaria en individuos con dolor crónico oncológico.

      Objetivo: Mejorar la comprensión del papel potencial que ejercen los factores físicos, cognitivos y sociales en el impacto del dolor crónico oncológico en pacientes con cáncer.

      Resultados: La intensidad del dolor (β = .23, p = .002), la fatiga (β = .26, p <.001) y la catastrofización del dolor (β = .38, p <.001) se asociaron significativa y positivamente con la interferencia del dolor en las actividades de la vida diaria. Las puntuaciones de discapacidad funcional no se explicaron por el apoyo social (β = .08 p = .183) o factores como la edad y el sexo (R2 = .01; p = .84) Como principales conclusiones finales obtuvimos que:

      1. El dolor neuropático repercute en las AVD del paciente y está asociado a una discapacidad importante. Interfiere en el funcionamiento de las personas que lo sufren, deteriorando su calidad de vida y siendo la capacidad para disfrutar de la vida el área más afectada. Una adecuada evaluación y detección precoz del dolor neuropático es fundamental para minimizar su impacto en la calidad de vida del paciente.

      2. La identificación de los principales factores responsables de la cronificación del dolor como el proceso oncológico, el dolor mal controlado o el catastrofismo pueden ayudar a desarrollar instrumentos diagnósticos específicos con los que identificar las personas en situación de riesgo, así como a crear programas preventivos.

      3. El impacto de la interferencia del dolor en las AVD del paciente no es solo consecuencia de la intensidad del dolor, también influyen factores psicosociales. Los datos de nuestro trabajo muestran que la fatiga y los pensamientos catastróficos están significativamente asociados a este impacto. Establecer medidas específicas que actúen sobre estas variables deben ser objetivo de la intervención.


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