En la Región de Murcia, la tradición del arte escultórico religioso en madera policromada es el signo de identidad del patrimonio artístico local, cuestión cuyas raíces se remontan al alborear del siglo XVI, con la actividad del taller de la fábrica catedralicia y que tiene su punto de inflexión con la llegada de artistas foráneos a principios del siglo XVIII que sirven de guía a Francisco Salzillo Alcaraz (1707-1783), uno de los grandes artífices del barroco dieciochesco que marca un hito en el posterior desarrollo artístico en esta franja del sureste peninsular. Se crea así una verdadera escuela cuyos modelos alcanzan hasta el tiempo presente, bajo un prisma que conforma una práctica escultórica de apariencia amable concordante con el modo de sentir la religiosidad de esta parte del país.
Por tanto, resultaba muy complicado para cualquier escultor el hecho de plantear un estilo que, de alguna manera, tendiera a independizarse de los postulados del genio murciano del XVIII. De hecho, durante el siglo XIX, esas formas tienen absoluta vigencia con el quehacer de imagineros conservadores de los modos salzillescos tan arraigados en el espíritu de la colectividad popular. Pero a su vez, se da el caso de artífices que, por medio de una tendencia más clasicista y académica, Santiago Baglietto (1781-1853) o de un tardorromanticismo de presupuestos historicistas, conformado por artistas valencianos entre los que destaca la figura de Juan Dorado Brisa (1874-1907), ofrecen una corriente renovadora de la escultura religiosa.
No hay que esperar, por tanto, al siglo XX para observar diferentes tendencias emprendidas por diversos autores que muestran unas tipologías que escapan del modelo barroco salzillesco. Y esta es la gran motivación que nos induce a conformar esta tesis, pues la escultura religiosa en la Región de Murcia va más allá de los presupuestos del propio Salzillo, a pesar de las dificultades encontradas por los modelos más vanguardistas para abrirse camino en una sociedad de provincias influenciada por corrientes tradicionalistas.
Los primeros intentos relacionados con ciertos ismos del siglo XX sufren un revés en la secular ciudad de Murcia, pero en Cartagena, urbe más cosmopolita, las tendencias modernas, manifestadas en la obra del valenciano José Capuz Mamano (1884-1964) son acogidas con mayor afán, estableciéndose unas soluciones artísticas que tendrán su continuidad tras la Guerra Civil. Este conflicto, en el que la destrucción del patrimonio religioso tiene uno de sus puntos más álgidos en la historia del país, es determinante para que, en base a la consiguiente reconstrucción patrimonial, asistamos al asentamiento de la expresión coetánea en la conformación de muchas de las imágenes sacras restituidas.
Así, otro artista foráneo, el también valenciano Mariano Benlliure Gil (1862-1947) en la propia Cartagena, más la continuidad de la obra del propio José Capuz Mamano en la posguerra, son el hilo conductor que impulsa a otros grandes escultores autóctonos, fundamentalmente a José Planes Peñalver (1891-1974) y Juan González Moreno (1908-1996) a dar el paso definitivo en la renovación de la estatuaria sacra. Todo ello, teniendo en cuenta que serán muchas las efigies antiguas que perviven a la catástrofe bélica gracias a la gran labor de la Junta Delegada de Incautación, Protección y Salvamento del Tesoro Artístico, y que, por tanto, los modelos dieciochescos se hallan en boga, pero los estatuarios referidos son capaces de llevar a efecto una estética capaz de convivir con los tipos escultóricos del setecientos y sus sucedáneos.
Y en un país donde impera un régimen dictatorial de carácter nacionalcatólico, y en el que los artistas se mueven sin libertad a la hora de expresar su creatividad, tanto José Planes Peñalver como Juan González Moreno, con pequeñas, aunque trascendentales aportaciones como en el caso de Francisco Toledo Sánchez (1928-2004), conforman unas representaciones que conjugaban las rotundas figuraciones de la escultura sacra hispana con los preceptos vanguardistas. Esta filiación con ambas posiciones hace que sean vistos como artífices profanos y sagrados al mismo tiempo, bajo unas expresiones artísticas en las que los ideales clásicos tienen una trascendencia fundamental, pero con guiños a la inserción de elementos contemporáneos.
Por ello, esta tesis viene a exponer la renovación escultórica que se da en la Región de Murcia desde el siglo XIX hasta casi el declinar del siglo XX dentro de la temática religiosa, llegando a la conclusión de que se trata de uno de los fenómenos más interesantes del panorama artístico hispano contemporáneo, gracias a la conjunción de los preceptos más intelectuales tendentes a la introspección con los valores más intrínsecos de la devoción y la piedad popular. Y los artistas estudiados lograron esta meta gracias a su gran formación, conocimiento y habilidad técnica, cambiando para siempre la percepción de un género menor como la escultura religiosa, llevándola a una madurez figurativa e interpretativa.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados