La endocarditis infecciosa (EI) se define como una enfermedad inflamatoria, exudativa y de proliferación microbiana en el endocardio, que ataca frecuentemente a las válvulas y las cámaras del corazón, producida por diferentes microorganismos. Por esta razón, se considera una enfermedad sistémica que afecta a múltiples órganos y sistemas, donde confluyen un grupo de “infecciones” que afectan al corazón, con aspectos epidemiológicos, clínicos, pronósticos y evolutivos muy diferentes, pero con un punto en común: una vegetación, que no es más que un proceso inflamatorio que se forma y crece a través de la colonización de microorganismos, estando constituida además por agregados fibrinoplaquetarios y células inflamatorias. En la mayoría de casos, estas, se originan a partir de pequeñas lesiones endoteliales que se generaron inicialmente por alteraciones hemodinámicas o por la presencia de un material extraño intracavitario, como es el caso de las prótesis valvulares.
A pesar de los avances en manejo y tratamientos, la endocarditis infecciosa sigue siendo una enfermedad que no solamente puede producir graves complicaciones sino que es potencialmente mortal y su incidencia no ha disminuido en los últimos años, a pesar de los avances de la medicina en las últimas décadas, representando aproximadamente, una incidencia que se estima entre los 30 y 80 casos por 1.000.000 personas/año, uno de cada 1000 ingresos en un hospital y una mortalidad intrahospitalaria del 18 al 23%, a pesar de los avances que se han realizado en cuanto a diagnostico, seguimiento y tratamiento. Además, se asocia con una alta morbimortalidad a pacientes que han sido sometidos a una sustitución valvular quirúrgica (1-6%), aumentando este riesgo durante los tres meses siguientes a la intervención.
Es una enfermedad que ha tenido una evolución epidemiológica que no solo genera un reto a la hora del diagnóstico, sino que hace que la historia clínica sea variable dependiendo del microorganismo causal, de la existencia de algún tipo de cardiopatía, de prótesis valvular o de dispositivo cardiaco; además del tipo de presentación en el paciente.
En la actualidad, la profilaxis es la piedra angular de múltiples enfermedades y es una de las medidas que “añade valor” en el sentido de resultados finales y calidad de vida en los procesos asistenciales.
Según las recomendaciones de las últimas guías de práctica clínica de la Sociedad Europea de Cardiología, la mortalidad por esta enfermedad se veía disminuida cuando se realizaba una profilaxis adecuada, incluyendo antibióticos, frente a una amplia gama de procedimientos invasivos en un número importante de pacientes, con condiciones cardiacas predisponentes.
De esta manera, el objetivo principal de esta investigación ha sido impartir formación específica sobre síntomas de alerta, hábitos saludables y profilaxis antibiótica a una muestra de pacientes considerados de riesgo para contraer endocarditis infecciosa (pacientes con válvulas protésicas, endocarditis infecciosa previa y cardiopatías congénitas no corregidas), y, además de promover la adecuada prevención de la enfermedad mediante la educación en salud, mediante un estudio experimental de tipo prospectivo de casos, podríamos valorar los conocimientos adquiridos mediante una encuesta de 23 preguntas realizada antes y después de la información facilitada. De su análisis se percibe que no sólo existe desconocimiento por parte de nuestros pacientes a algunas recomendaciones, sino que también aun hay poca adhesión por parte de sus profesionales a la Guía ESC 2015, confirmando así la necesidad de modificar y educar en medidas de prevención, higiene y hábitos saludables de autocuidado, y así, paralelamente una correcta pauta profiláctica puede evitar potenciales problemas relacionados con la resistencia a antibióticos, mejorando así la eficiencia clínica.
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