El agua es un recurso básico en la producción de diferentes tipos de bienes y servicios, como los alimentos, la energía y la fabricación. La demanda mundial de agua está influenciada en gran medida por el crecimiento de la población, la urbanización, las políticas de seguridad alimentaria y energética y los procesos macroeconómicos, como la globalización del comercio y el aumento del consumo. Para 2050, se proyecta que la demanda mundial de agua aumentará en un 55%, principalmente debido a las crecientes demandas de fabricación, generación de electricidad y uso doméstico (WWAP, 2015).
La gobernanza del agua de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), haciendo frente a los desafíos actuales y futuros, ayuda al diseño e implementación de políticas públicas sólidas que permiten cosechar beneficios económicos, sociales y ambientales de la buena gobernanza del agua (OECD, 2015). Para ello fue necesario basarse en unos principios que deben implementarse de manera sistemática e influyente y, como tales no hacen distinciones entre funciones de gestión del agua (ej. saneamiento, calidad del agua, entre otros), usos del agua (ej. doméstico, industrial, energético, etc.) y propiedad de la gestión del agua, recursos y bienes (ej. público, privado, mixto) (OECD, 2015). Uno de estos principios se basa en asegurar que los marcos de gobernanza ayudan a movilizar las finanzas del agua y a asignar los recursos financieros de manera eficiente, oportuna y transparente, desde prácticas sólidas para la conformación de Presupuestos y de Contabilidad, que muestren una imagen clara de las actividades del agua y cualquier situación asociada (OECD, 2015).
Es así como, algunos estudios de valoración del agua desde el punto de vista económico plantean que el valor de ésta se compone de un valor de uso directo (ej. riego, industria, recreación, etc.), valor de uso indirecto (ej. hábitat, depurador de contaminantes, etc.), valor de no uso de existencia y legado (ej. bellezas escénicas, sitios culturales, sitios históricos) y valor de opción (ej. hábitat de biodiversidad, potencial de uso y no uso) (Pérez Roas, 2011).
El cálculo del valor del uso puede ser determinado por los valores mencionados o, permitiendo que el cálculo de los valores más relevantes de un sitio representen el valor del agua, además de su utilidad y escases (Pérez Roas, 2011). Otros estudios plantean que el valor económico de un recurso depende de lo que puede hacerse con él y de su escasez relativa comparada con recursos alternativos. En el caso del agua comporta la necesidad de encontrar cada vez más formas de valorar la calidad y la cantidad del recurso (Kemper, Foster, Garduño, Nanni, & Tuinhof, 2003).
Al ser un bien de vital importancia, debería existir un Ministerio de Energía, Agua y del Medio Ambiente que garantice su uso efectivo. El agua es considerada un derecho humano, que no debería ser gratuita ni barata, por lo cual debería tener un precio realista. Por lo tanto, deberían desarrollarse nuevos enfoques para financiar, administrar y mantener un sistema del agua (Olsson, 2015).
Como el agua y la energía están intrínsecamente ligadas, las fuentes existentes de energía necesitan gran cantidad del preciado líquido como un factor transcendental en la práctica de todos sus procesos productivos; puede afirmarse que el ser humano, desde su existencia ha utilizado el agua en su provecho, los molinos de agua romanos, las norias de la cultura musulmana son algunos ejemplos de uso inteligente y que demostraban el potencial energético de este recurso; el descubrimiento de la electricidad a finales del siglo XVII por Benjamín Franklin y la utilización de ésta en los hogares y en la industria adquieren una importancia capital en la generación de energía, principalmente en la energía hidráulica (Villalba, 2000).
La energía es una condición esencial para tener una vida digna. Se necesita energía para extraer, tratar y distribuir agua potable, así como para recolectar y tratar las aguas residuales. Asimismo, se necesita agua para extraer energía primaria, para refinar el combustible y para generar energía eléctrica (Olsson, 2015). Es así como el agua y la energía están estrechamente vinculadas, mientras que la energía se requiere para el suministro de agua, de tratamiento de aguas residuales y de desalinización, el sector energético también requiere agua para energía hidroeléctrica, enfriar las centrales térmicas y producir biocombustibles (WWAP, 2014, 2019).
Olsson (2015) afirma que, “el precio del agua debería reflejar, no solo los costes de producción, sino también la disponibilidad de agua y la disponibilidad de energía. La economía convencional no calcula el coste de la degradación del agua. Bombear agua de un lago no se considera diferente que bombear agua fósil de un acuífero. La economía del agua se parece a veces, a la economía de la ecología. La biodiversidad aporta estabilidad a los ecosistemas, que proporcionan una amplia gama de "servicios" en los que las empresas confían, pero que reciben de forma gratuita. Debido a que no hay un coste financiero para estos servicios, han sido tratados como sin valor. Esto ha resultado en decisiones corporativas que dañan el ecosistema, reducen la biodiversidad y dejan menos grados de libertad para acciones futuras. También ponen en riesgo los recursos de los que depende el negocio. La solución es valorar estos servicios del ecosistema para que puedan formar parte de la planificación y de la toma de decisiones. Esto no tiene nada que ver con la responsabilidad social corporativa y la agenda verde, es una economía dura. Si se tienen en cuenta los valores económicos de esos servicios, las decisiones promueven automáticamente la sostenibilidad. Por ejemplo, el coste del agua no es solo el coste de operación, sino el valor para la generación futura, para la recreación, el turismo, etc.” Se piensa que el nexo entre agua y energía debería ser reconocido por los tomadores de decisiones, ello ayudaría a determinar la forma de extraer, de tratar y de utilizar el agua. El papel del agua debería ser plenamente reconocido en la producción y generación de energía, tanto para la electricidad como para el transporte. Crear el entorno adecuado de precios, políticas y normativas sería fundamental para alentar los cambios de comportamiento y garantizar un uso sostenible del agua y la energía (Olsson, 2015).
La energía hidroeléctrica es considerada uno de los mejores métodos de generación de energía eléctrica. En más de 24 países, el 90% de la electricidad se produce desde la energía hidroeléctrica, aproximadamente 1/6 de la energía eléctrica del mundo, y se define como energía eléctrica renovable, ya que aprovecha la energía del agua, al pasar por las turbinas y descargarla aguas abajo (Olsson, 2015). Las presas y embalses pueden contribuir a la seguridad hídrica y a la protección contra inundaciones, así como proporcionar energía renovable para poblaciones locales (WWAP, 2019).
Los embalses, técnicamente tienen una forma de uso del agua, los cuales pueden imponer costes ambientales y costes de oportunidad. Según la UE Water Directive Framework (WDF) inspirada por varias recomendaciones de la OCDE y los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, los usuarios del agua deben afrontar los costes totales (European Parliament, 2000; OECD, 2015); en este sentido el artículo 9º de la WDF (Directive 2000/60/EC) subraya que “Las políticas de precios del agua proporcionan incentivos adecuados para que los usuarios utilicen los recursos hídricos de manera eficiente”, sin embargo, la implementación de esta directiva ha sido lenta en términos de gobernanza (European Parliament, 2000).
Estudios previos han empleado enfoques para valorar el uso del agua, basándose en una comparación de los costes de generación entre la energía hidroeléctrica y el coste de la capacidad de generación de la siguiente alternativa razonable, la diferencia en el coste puede considerarse como un valor social del agua (Gibbons, 1989; MacLeod, Moran, & Spencer, 2006; Richard, C, 1984). Para esta comparación se requiere una aclaración de los costes de energía eléctrica que se quiere comparar y la identificación de los costes asociados con la alternativa más realista a la generación hidroeléctrica (Gibbons, 1989; MacLeod et al., 2006; Richard, C, 1984).
Otro modelo es la teoría de convenience yield de derivados sobre comodities almacenables, que plantea que si bien la energía eléctrica presenta limitaciones de almacenamiento, es posible hacer inferencia sobre este, a partir del estudio de los inventarios de agua almacenados como energía potencial en los embalses (Peláez Villada, 2015). En este modelo se tiene en cuenta que para un bien básico existen dos mercados que están interrelacionados, el mercado de contado y el mercado de almacenamiento, los cuales se ven afectados por los cambios en el nivel de volatilidad de los precios, y a partir del aumento de los precios se aumenta la demanda por cobertura de riesgo, lo cual en los mercados de comodities se efectúa por medio de acumulación de inventario físico o por medio de contratos a futuro que garanticen un precio de compra/venta en el futuro que ayude a disminuir la incertidumbre en la planificación de las operaciones de producción de bienes básicos o generación de electricidad (Peláez Villada, 2015; Pindyck, 2001).
El precio de almacenamiento de comodities representa el coste de oportunidad de la energía eléctrica, y debe tenerse en cuenta la capacidad de atender las variaciones de la demanda en el momento actual o la posibilidad de conservar el inventario para aprovechar las temporadas de precios altos y abastecer el mercado (Peláez Villada, 2015). A partir de estos dos enfoques se establece el valor del agua para la generación de energía (Gibbons, 1989). La forma de obtener el coste del agua mediante convenience yield es a través de la capitalización de los flujos futuros del tenedor del inventario de agua, en donde se tienen en cuenta variables tales, como precio spot o de contado, precio de contratos futuros, nivel de embalse – reserva de agua disponible para la generación hidroeléctrica, índice del fenómeno de El Niño (fenómeno climático océano atmosférico vinculado a un calentamiento periódico de las temperaturas de la superficie marina en el pacífico ecuatorial central y este central) y la tasa de interés libre de riesgo (NOAA, 2018; Peláez Villada, 2015).
Desde el punto de vista financiero, el coste del uso del agua, para la generación hidroeléctrica puede calcularse en términos de los elementos de costes fijos y variables; existiendo diferentes definiciones de costes sobre el cual se basa la valoración (MacLeod et al., 2006). Pueden utilizarse diferentes metodologías de la contabilidad de gestión para darle valor al agua. Cuando se habla de coste del uso del agua se hace referencia a varios componentes tales como el coste de capital, coste de operación, coste de mantenimiento y administración, coste de confiabilidad del abastecimiento en calidad y cantidad, coste de oportunidad y los costes de las externalidades impuestas a la sociedad por su aprovechamiento (Pérez Roas, 2011).
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