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La invención de la transclínica. El teatro como dispositivo disidente durante el ingreso hospitalario en psiquiatría

  • Autores: María Cecilia Márquez Fernández de Ullivarri
  • Directores de la Tesis: Eduardo Pérez-Rasilla Bayo (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad Carlos III de Madrid ( España ) en 2020
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Julio Enrique Checa Puerta (presid.), José María Álvarez Martínez (secret.), Fernanda Maria Álvarez Chamale (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid
  • Materias:
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  • Resumen
    • La investigación desarrollada en la presente tesis doctoral, La invención de la transclínica, El teatro como dispositivo disidente durante el ingreso hospitalario en psiquiatría, surge de la necesidad de profesionalizar una clínica psiquiátrica basada en la concepción del paciente como un sujeto corporal, psíquico, sociocultural, económico y político. En la actualidad, la coyuntura social y económica en la que se ejerce la clínica psiquiátrica obliga a que los tratamientos presenten un significativo incremento en la prescripción de psicofármacos y una reducción alarmante en los tiempos de las consultas psicológicas. En España, desde la crisis del año 2008, los hospitales públicos han sufrido recortes estructurales por parte del gobierno central y autonómico para la dotación de recursos humanos e institucionales. La sobrecarga laboral de los profesionales, unida a un incremento en la demanda de los servicios, estimulan el ejercicio de una clínica basada en la urgencia de la remisión sintomática y no en el abordaje de los pacientes como sujetos-parlantes. De esta manera, los pacientes de psiquiatría acaban por recibir tratamientos farmacológicos que no interpelan las lógicas del malestar; sino que anestesian el sufrimiento. Si bien, la psiquiatría actual intenta abandonar los dispositivos disciplinarios descritos por Michael Foucault; claudica al abrazar nuevos dispositivos que ejercen un borramiento de la subjetividad. Aunque la psiquiatría, como disciplina que trabaja con sujetos humanos, pretenda desprenderse de los dictámenes del biopoder; articula otro tipo de sometimiento que es invisible a los ojos de las personas: las tecnologías de la positividad. Estos dispositivos suelen no ser percibidos como enajenantes, ya que no ejercen violencia sobre los pacientes; sino que, por el contrario, son percibidos como medios capaces de brindar alivio. Estas tecnologías son técnicas desarrolladas para diseñar y crear satisfacción, con el fin de provocar en el sujeto sensaciones de bienestar y calidad de vida. La desventaja de lo tecno-positivo es que no le permite al sujeto desarrollar mecanismos yoicos para tolerar y alojar el malestar, sino que lo obliga a recurrir constantemente a las tecnologías de la positividad para aliviar su angustia existencial, su tristeza o su frustración. De esta manera, se observó que los tratamientos psiquiátricos realizados en los hospitales continuaban reproduciendo algunos modelos biopolíticos para el control de los cuerpos bajo tecnologías como: sujeción física, terapias de electrochoque, aislamiento, habitaciones vidriadas, cámaras de seguridad, etc.; pero, a su vez, se abrazaban paradigmas contemporáneos propios de la filosofía de la positividad. Así, el sometimiento acaba por ser doble. Por un lado, se implementan paradigmas disciplinarios y, por otro lado, se incorporan tecnologías para el control psicofarmacológico. Esta investigación propone una acción opuesta frente a los protocolos médicos biologicistas. No se considera que lo orgánico no tenga que estar presente en los tratamientos; sino que, en esta investigación, el cuerpo es comprendido como un entramado de discursos sociales y culturales. De este modo, se sostiene que es necesario incorporar la dimensión simbólica, que impacta en los sujetos para poder continuar con las prácticas culturales que recuerdan a los pacientes que no solo son cuerpos que deben ser tratados por su afección. Los cuerpos de los pacientes deben ser comprendidos, epistemológicamente, como cuerpos capaces de desear. En este contexto, es fundamental plantear otros escenarios hospitalarios alejados de la industria farmacológica y de la burocracia del sistema sanitario para dotar de mayor humanismo la práctica clínica. Humanismo, para poder hacer otro análisis alternativo al discurso médico hegemónico y organizar un aparato teórico basado en la concepción del paciente como un sujeto corporal, psíquico, socio-cultural, económico y político. Para poder formalizar lo expuesto, se consideró que era imprescindible regresar a teorías filosóficas, sociales, culturales y políticas que permitiesen el abordaje de la subjetividad, sin recaer en una sobre-implicación con los pacientes, ni en un trabajo extra para los profesionales. Con la intención de introducir una tecnología que aloje la palabra del sujeto-corporal, se diseñó un dispositivo capaz de facilitar la narrativa de los textos de los pacientes y de contemplar la corporalidad como espacio de escritura subjetiva y colectiva. Para poder crear una pausa a las inercias hospitalarias, se propone un dispositivo de teatro dentro del ingreso a psiquiatría en un hospital público y pediátrico de la Comunidad de Madrid. La disciplina teatral ofrece, como característica principal, la posibilidad de que los participantes puedan decir lo que quisiesen sin ningún tipo de prohibición. El teatro habilita un espacio seguro para poder expresar cualquier idea sin que las mismas se expusieran al tamiz de la censura. Fue así como, en el escenario hospitalario los pacientes pudieron representar escenas de angustia, miedo, desesperanza, deseos de libertad, amor, viajes o preguntas sobre la sexualidad. Entonces, es posible decir que en el teatro se representa la vida en un espacio simbólico seguro. Así, el arte dramático inauguraba un espacio de disidencia frente a la normativa del tratamiento de ingreso, en la cual se prohibía revivir y recordar instancias dolorosas ocurridas en el pasado de los pacientes. Cabe destacar que en esta investigación, el teatro no es contemplado como una disciplina cuya esencia posea la capacidad de “curar”; sino que, por el contrario, el tratamiento que recibe el arte dramático en esta tesis es el de configurarse como un dispositivo capaz de alojar a los sujetos-corporales. De esta manera, este dispositivo pretende establecer una pausa en la vorágine del sistema médico e implantar una clínica disidente frente a los protocolos cognitivo-conductuales seguidos por el hospital. El dispositivo de teatro propuesto se diseñó para ser implementado en un microespacio temporal y su instrumentalización en la clínica no pretende tener un carácter universalista. En esta investigación, se considera que el teatro puede ser construido como un dispositivo para funcionar como una tecnología del yo foucaultiana capaz de ofrecer un andamiaje para la construcción discursiva de la subjetividad. La forma de entender la tecnología teatral, como estructura estructurante, fue nombrada tramoya; la manera de ejercer la clínica, desde la concepción del sujeto corporal, psíquico, sociocultural, económico y político, fue llamada transclínica. La transclínica es una construcción dialéctica que sobrepasa las paredes de un hospital psiquiátrico. Es necesario aclarar que la transclínica no es una clínica universalista que ofrezca modos únicos de intervenir con los pacientes; sino, que por el contrario, la transclínica se basa en el concepto del microespacio temporal y en la necesidad de conocer la población tratada para poder tener en cuenta su cultura, su organización política, su dinámica económica o los vínculos de poder y de autoridad. Así, la transclínica es, como ya se expresó, la posibilidad de pensar al paciente como un sujeto con las dimensiones de lo corporal, lo psíquico, lo sociocultural, lo económico y lo político.

      En la investigación se trabajó con una población de pacientes entre 8 y 18 años con diagnóstico de trastorno de la conducta alimentaria (TCA), anorexia y bulimia. Los participantes de la presente investigación se encontraban ingresados en el servicio de psiquiatría de un hospital público de la Comunidad de Madrid. Si bien, la bibliografía científica utiliza el femenino para hacer referencia a los pacientes afectados por la anorexia y la bulimia; en esta investigación se emplea el género masculino como estrategia de despatologización del cuerpo femenino. Por ello, no se hablará de las pacientes anoréxicas; sino de los pacientes que sufren de trastorno de la conducta alimentaria. Durante el período 2014 y 2018, años en los que se realizó el trabajo de campo, asistieron un total de 236 participantes y se impartieron 160 sesiones de teatro. Todos los participantes del espacio habían sido previamente derivados por su psiquiatra tratante y cumplían con los requisitos establecidos por la institución. Así, para asistir a los talleres los pacientes debían cumplir con dos criterios fundamentales: ser autorizados de forma escrita por el psiquiatra tratante y haber alcanzado un Índice de Masa Corporal superior a 17. La mayoría de las sesiones sucedieron en el teatro del hospital y solo tres sesiones tuvieron que ser dadas dentro de la sala de hospitalización. Se observó que la arquitectura teatral favorecía el proceso de externalización de los pacientes, ya que les permitía poder trasladarse a un espacio distinto a la sala de ingreso. El teatro poseía luces, colores y una distribución completamente diferente a las características del ambiente hospitalario. Era una forma de burlar el encierro y de poder sortear las barreras del tratamiento para adscribirse a un espacio simbólico seguro. El dispositivo del ingreso presentaba las características de una institución total goffmaniana, la cual acababa por provocar en los pacientes recluidos una desconexión profunda con el exterior. Sin embargo, puede referirse que las tres sesiones desarrolladas dentro de la sala de psiquiatría pudieron vencer las lógicas del encierro y construir estrategias simbólicas que facilitaron el abordaje de la transclínica. Cabe recordar que en el imaginario del ingreso a psiquiatría se recluye a la persona porque el existir en sociedad no solo se lo considera difícil, sino que es comprendido como un núcleo capaz de enfermar. Por eso, resultaba imprescindible el trabajo con lo colectivo, para que los pacientes pediátricos pudiesen religarse a un espacio simbólico con una estructura implícita que los protegiera; pero que, a su vez, los obligase a salir del letargo y del aislamiento social. Desde esta perspectiva, el arte dramático, como tecnología del yo, facilitó la apertura al mundo exterior y proporcionó un proceso de "reculturación”. De este modo, es posible decir que el teatro del hospital pretendía ser un espacio simbólico que contuviera el malestar de los pacientes; pero que, a su vez, propusiera una catarsis grupal para el alivio entre los participantes. La implementación del teatro en esta investigación no pretende la creación de un nuevo género dramático, sino la utilización de la estructura dramática como dispositivo disidente. Estructura capaz de ofrecer un marco propicio para la catarsis aristotélica y clínica. Es necesario decir que, durante los años de trabajo de campo, no se presentó ningún episodio que pudiera poner en riesgo la integridad física de los pacientes; como así tampoco, se sucedió ninguna situación que vulnerara sus derechos como sujetos-humanos. No se presentaron episodios auto-agresivos o hetero-agresivos, intentos de fuga, ni conductas que implicasen un desgaste de energía que pudieran desestabilizar el medio interno de los pacientes. Por el contrario, se descubrió que al no haber prohibiciones los participantes se auto-regulaban y, entre ellos, restringían los posibles boicots al espacio de teatro.

      Como metodología de investigación, se utilizó el método etnográfico. La riqueza de la etnografía como metodología de investigación radica en que el investigador participa desde un rol privilegiado, ya que puede encontrarse dentro y fuera de la comunidad con la que trabaja. La etnografía permite al investigador hacer uso de su propio marco referencial y cotejarlo con lo observado. De esta manera, hacer etnografía es registrar los acontecimientos sucedidos durante la estancia de investigación y, en un segundo momento, realizar un análisis riguroso sobre esos datos. El uso del método etnográfico, en esta tesis doctoral, sirvió para descubrir el funcionamiento de la institución psiquiátrica donde se realizó el trabajo de campo y detectar las normas visibles e invisibles que la regulan. Fue a partir de este abordaje institucional que se pudo crear el dispositivo de teatro y analizar los datos recabados durante su implementación. Por otra parte, con el objetivo de organizar el análisis de los datos se construyó la escena como unidad de análisis. La escena debe ser entendida como la unidad básica a la que se arribó para el estudio cualitativo de los datos; ya que conforma un constructo artificial que posibilitó aislar las variables intervinientes en la implementación del dispositivo transclínico de la tramoya. La escena, como unidad de análisis, presenta una duración de 90 minutos y se encuentra dividida en tres fases: el caldeamiento, la construcción del guion y la representación propiamente dicha. Este constructo permite mirar bajo los postulados de la transclínica las interacciones colectivas y los aportes subjetivos de los participantes. El cambio en el abordaje empírico que establece la escena es el de ampliar el análisis referente al cuerpo humano como objeto de estudio de la medicina y empezar a concebir una unidad de análisis que, como un hecho transversal, facilite la observación no solo de la corporalidad de los participantes; sino, también, el análisis de los gestos del cuerpo, los textos construidos colectivamente, el contexto en el que se desarrolla la acción, los acontecimientos previos sucedidos durante el ingreso, la presencia de agentes externos al espacio de teatro, etc. Entonces, la escena debe ser entendida bajo el paradigma de la etnografía de la comunicación como un evento comunicativo. El concepto de evento comunicativo hace hincapié en la posibilidad de subjetivar y objetivar la palabra, de comprender holísticamente la voluntad comunicativa y desmontar la asepsia con la que se suele “diseccionar” el acto de habla. En síntesis para el análisis de los datos fue necesario contar con la escena y con las lógicas del método etnográfico para el registro de lo observado en el trabajo de campo. La observación participante propia del método etnográfico permitió registrar los eventos comunicativos, los cuales estaban relacionados al contexto donde los sujetos circulaban. Lo que se buscó fue el registro de estas modalidades de comunicación y la intencionalidad de expresión de los participantes.

      Para el análisis de los datos se seleccionaron aleatoriamente ocho escenas sucedidas en el trabajo de campo durante el período de 2014-2018. Cada una de las escenas seleccionadas describe la evolución del espacio teatral dentro de la institución y el creciente compromiso de los participantes con la palabra. De este modo, puede decirse que la investigación llevada a cabo, a través de esta tesis de doctorado, confirmó los postulados planteados en la pregunta de investigación y en la hipótesis inicial. La pregunta de investigación orientó los primeros pasos de la tesis y reveló que el dispositivo de teatro implementado en el ingreso pediátrico en psiquiatría podía ofrecer un espacio creativo dentro de los protocolos clínicos. La hipótesis de investigación fue corroborada al advertir que la implementación del dispositivo transclínico de la tramoya, dentro del ingreso pediátrico en psiquiatría de un hospital público de Madrid por presentar trastorno de la conducta alimentaria, favorecía la construcción del sujeto-parlante. Así, es posible decir que el dispositivo transclínico de la tramoya, concebido como una estructura estructurante, permitió a los pacientes hacer uso de una tecnología válida y segura para poder expresar sus inquietudes, malestares y deseos. Las escenas revelaron los efectos de incorporar el dispositivo transclínico de la tramoya en la construcción discursiva de los pacientes ingresados en psiquiatría. Al crear espacios donde la palabra del participante pudiera circular sin censura, se estableció un corte transversal en el continuum del tratamiento psiquiátrico. Durante las sesiones de teatro se observó que los pacientes adquirían mayor ductilidad en la expresión verbal y mayor movilidad de sus cuerpos. Se advirtió que la implementación de la metáfora teatral favoreció la construcción de textos para ser pronunciados por las voces de los pacientes desde el rol del personaje. Este juego dialéctico posibilitó plantear nuevas vías creativas y colectivas para alojar el malestar. Por este motivo, es posible referir que el teatro como disciplina puede ser articulada como una tecnología del yo capaz de ofrecer un andamiaje para la construcción discursiva de la subjetividad.


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