Si en épocas anteriores las posibilidades y los desarrollos arquitectónicos estuvieron marcados por condicionantes técnicos, constructivos y económicos, actualmente estos factores han dejado de ser determinantes, generando una situación de libertad arquitectónica prácticamente total en la que casi cualquier planteamiento formal puede ser resuelto y construido. El origen y desarrollo de nuevas formas estructurales y arquitectónicas en los siglos XIX y XX estuvo íntimamente ligado a la aparición de nuevos materiales y sistemas estructurales. En contraste, el origen de las formas fracturadas, informes y angulosas que caracterizan la arquitectura de finales del siglo XX y comienzo del XXI no se debe a la aparición de nuevos materiales, sino al extraordinario desarrollo tecnológico de las técnicas auxiliares de proyecto y ejecución, a la profundización del entendimiento estructural y a la mejora de las propiedades de los materiales estructurales conocidos, así como al menor peso que actualmente tienen los factores económicos en el proyecto.
Este nuevo contexto arquitectónico ha modificado radicalmente los parámetros que rigen el papel de la estructura en el proyecto y la relación entre ingenieros y arquitectos, planteando la cuestión sobre si los ingenieros pueden y deben adoptar una posición creativamente activa, proponiendo nuevos sistemas y estrategias de diseño estructural que permitan guiar la nueva libertad formal adquirida por los arquitectos. Para dar respuesta a esta cuestión, defendiendo el potencial compositivo y formal de la estructura resistente en la arquitectura contemporánea, se propone un análisis en tres niveles.
Por una parte se plantea un estudio razonado de los antecedentes históricos de la relación ingenieros ¿ arquitectos, identificando los principales aspectos que han influido históricamente en la evolución de esta relación y analizando detalladamente en particular el trabajo de los ingenieros que establecieron las bases de colaboración con arquitectos en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XX. Se define así el marco en el que se sitúa el trabajo de los ingenieros contemporáneos, destacando los principales planteamientos y estrategias desarrolladas por otros ingenieros precedentes, a fin de establecer una serie de referencias que permitan comparar y valorar las propuestas actuales.
En segundo lugar se analiza y valora el trabajo desarrollado por el ingeniero Cecil Balmond, de especial relevancia en el contexto arquitectónico y estructural actual al haber colaborado con algunos de los arquitectos contemporáneos de mayor influencia y repercusión, y representar una posición extrema de reivindicación del papel activo del ingeniero en el diseño del proyecto. A partir de este estudio razonado se plantea el tercer nivel de análisis, en el que se establecen cuatro estrategias de diseño estructural que permiten dotar de rigor, coherencia e integridad conceptual a las formas libres de la arquitectura contemporánea, desarrollando herramientas de diseño que abren vías de investigación capaces de sugerir nuevos planteamientos formales y conceptuales, ampliando el abanico de posibilidades proyectuales.
Las cuatro estrategias propuestas son: alteración de la estructura, optimización de la estructura, identificación de estructura y cerramiento, y definición algorítmica de la estructura. Estos sistemas son resultado en gran medida de dos procesos paralelos, que se superponen y relacionan entre sí: el paso de la organización a la arbitrariedad en la ordenación de la estructura, y el proceso de localización, relación e identificación de la estructura con la envolvente exterior.
En primer lugar, las posibilidades técnicas y constructivas actuales hacen que no sea necesario unificar y ordenar los órdenes estructurales, lo que ha propiciado un proceso de distorsión del orden arquitectónico clásico y los sistemas estructurales tradicionales. Así, las estructuras alteradas encuentran en estas distorsiones el recurso con el que sorprender y provocar intencionadamente al espectador, definiendo sistemas poco frecuentes y espacios desconcertantes que no le dejan en modo alguno indiferente. Este deseo de provocación se vuelve más sutil en las estructuras optimizadas, que se apoyan en la optimización del funcionamiento de la estructura para alterar justificadamente la configuración del proyecto, planteando nuevas formas y sistemas de gran complejidad. Finalmente, el empleo de algoritmos en la definición y configuración de los proyectos supone la culminación de este proceso, ofreciendo el último argumento con el que plantear de manera justificada la generación de formas distorsionadas, relacionando además este proceso con los órdenes matemáticos y geométricos que rigen muchas de las formas y los fenómenos de la naturaleza.
Por otra parte se ha producido recientemente en la arquitectura un interés por la vuelta de la estructura a la piel del edificio, identificando nuevamente estos dos elementos ¿estructura resistente y piel exterior-, que el movimiento moderno había disociado. Las estructuras contenedoras exploran el potencial de esta identificación, que ofrece una relación inequívoca entre forma y estructura, garantizando que no existe desvinculación posible entre el espacio interior y el volumen exterior, a la vez que define un nuevo modelo arquitectónico que plantea la estructura como un contenedor capaz de albergar cualquier uso y cualquier función. Finalmente, la aplicación de estas estrategias y el desarrollo del potencial compositivo y formal de la estructura en la arquitectura contemporánea implican una forma de trabajar y un planteamiento del proceso de diseño determinados, basados en la colaboración y la complementariedad en los sistemas de trabajo y en la concepción evolutiva e integradora de los procesos de diseño.
El resultado son sistemas de colaboración multiplicadora en los que a los conceptos y los intereses formales del arquitecto se unen los planteamientos y las estrategias estructurales del ingeniero, definiendo conjuntamente un proyecto que es mucho más que la suma de arquitectura y estructura.
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