La presente investigación pretende reflexionar sobre la formación y la producción de lo que se ha venido en llamar el Taller de Juan Borchers. El arquitecto y teórico chileno, que da nombre a esta organización, dedicó su tiempo al estudio y a la reflexión crítica sobre las ciencias, las artes y la percepción de la realidad física. Con una forma de vida deliberadamente asceta, la razón y la moral le hicieron rechazar cualquier figuración y burocracia del oficio. En su recorrido vital e intelectual encontramos una gran cantidad de intereses y referentes que contribuyen a configurar una figura poliédrica y compleja. En definitiva, su trabajo se caracteriza por la capacidad de armonizar lo teórico y lo práctico, en aras de construir una episteme para la arquitectura en la segunda mitad del siglo XX.
Este texto analiza la formación de un taller de arquitectura cuyos contenidos se despliegan, a modo de diálogo, a través de casi tres décadas de estudios y trabajos. Veremos cómo se genera un distanciamiento progresivo con Le Corbusier y se insiste en las condiciones y teorías que buscan superar las limitaciones que encuentran en “El Modulor”. La investigación no sólo analiza el recorrido de nuestro protagonista, sino que lo examina a través de sus dos más íntimos colaboradores. Esta tesis doctoral pretende demostrar que el pensamiento y la obra de arquitectura de Juan Borchers no hubiera sido la misma sin la intervención de Isidro Suárez y Jesús Bermejo.
El Taller de Juan Borchers se caracteriza por ser un organismo vivo, que busca levantar a través de la arquitectura histórica, las claves para una notación propia para el oficio; defendiendo el papel de la disciplina como arte autónomo. Madrid se erige como punto de arranque. El año 1948 es el comienzo de una trayectoria coral que deja de ser continuista con los preceptos arquitectónicos adquiridos. El camino que se inicia desde entonces se narra de manera cronológica y genera una conversación que va a ser analizada a través de la herramienta epistolar. La carta no sólo revela un sistema de comunicación eficaz, sino que acaba construyendo un método por el cual se crea el Taller y su obra.
Este intercambio postal no se presenta como original ni exclusivo, más bien representa una realidad de la época. Le Corbusier, Gropius y muchos otros lo estaban utilizando como sistema para un inicio de deslocalización en los despachos de arquitectura. El mecanismo es sencillo: sirve como vehículo posible para construir obras y pensamientos a distancia.
Es el propio Borchers quien marca el arranque y el desenlace de su propio taller de arquitectura. En 1951, en la “Carta Continua del Escorial”, argumenta la necesidad de intensificar el sistema epistolar como articulación viable para narrar y debatir sus descubrimientos. Es ahí donde se inicia la herramienta que articula la hipótesis de investigación. El interés de este análisis reside en su evolución. El sistema muta y se adapta, atravesando el periodo donde se construyen las obras y llegando a ser mecanismo para difundir los resultados obtenidos. El final se evidencia cuando Bermejo regresa a Europa en 1973; punto de inflexión por el cual Borchers decide cerrar el Taller.
Los objetivos pasan por probar cómo se acaba construyendo un pensamiento arquitectónico a través de la herramienta comunicativa de la carta. Se reivindica la inteligencia desarrollada, de manera pausada, a través de los textos manuscritos entre los protagonistas, frente a la comunicación digital instantánea contemporánea. Este sistema epistolar genera un método de trabajo que concluye con la elaboración y la utilización de lo que Borchers llama la “Serie Cúbica”. Es voluntad de este trabajo reivindicar el ideario y las enseñanzas del Taller de Juan Borchers, así como generar la inquietud que posibilite el acercamiento hacia su obra y pensamiento.
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