Por insólito que parezca, en pleno Siglo XXI, se carece de un método de medición de la riqueza cultural. Equivocadamente, a los bienes culturales se le exigen los respectivos mecanismos o niveles de ganancia, perdiendo de vista su valor transformacional. El sesgado paradigma utilitarista del desarrollo conlleva a la prevalencia de la medición de la riqueza material por encima de la medición de la riqueza cultural. Un repaso por teorías, mediciones e indicadores, tales como: las cuentas nacionales, las cuentas nacionales sociales, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y la Felicidad Interna Bruta (FIB); confirman que la cultura es una variable no incorporada, tanto en indicadores economicistas como en indicadores del desarrollo.
En consecuencia, se propone un Índice de Medición de la Vida Cultural (IVC) que comprenda los siguientes dominios: Condición de edu – cultura humana; Riqueza de capacidades culturales; Pobreza de disfuncionalidades culturales; Cultura de satisfactores; Cultura de “felizfactores”. Descubrimos que la verdadera riqueza es una función de la vida cultural.
Es el afán por la riqueza material lo que hace perder la perspectiva e imbuirnos en una vida de contrastes fuertes: entre egoísmo y solidaridad; libertad económica de elegir versus la pobreza real sin libertad; pobreza de vicios y riqueza de actitudes; necesidades y deseos; cosas gratas e ingratas de la vida. Esto y más constituye la trampa en la medición de la riqueza cultural: sin método de medición de la cultura, ignorancia del valor transformacional de la cultura, enredados por economicismos y afanados por utilitarismos.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados