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Juan Temboury Álvarez (1899-1965). El patrimonio como existencia vital

  • Autores: Carlos Sarria Fernández
  • Directores de la Tesis: Juan Antonio Sánchez López (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Málaga ( España ) en 2022
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: María del Mar Lozano Bartolozzi (presid.), Rosario Camacho Martínez (secret.), Agustín Martínez Peláez (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Estudios Avanzados en Humanidades. Especialidades en: Historia, Arte, Filosofía y Ciencias de la Antigüedad por la Universidad de Málaga
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  • Resumen
    • Juan Temboury Álvarez nació en 1899 en el seno de una familia de burguesía comercial malagueña, estrato social que no se caracterizaba precisamente por su interés o amor por el Arte y el Patrimonio histórico artístico. Contra todo pronóstico, Temboury se distinguió durante la mayor parte de su vida por la defensa a ultranza de estos valores culturales y artísticos. Interés que mantuvo firmemente hasta su fallecimiento en 1965. Gracias a su participación en el negocio familiar, él y a su familia pudieron vivir más que dignamente, por lo que su relación con el Patrimonio siempre estuvo alejada de cualquier interés crematístico.

      El hecho de que su vida transcurriese durante la primera mitad del siglo XX y parte de la siguiente, unido a su actividad pública lo convirtió en un actor destacado y a veces protagonista de la Historia de Málaga de esa época.

      Su aproximación al mundo del Arte y el Patrimonio comenzó a través de su participación en la Sociedad Excursionista de Málaga y su incipiente amor por la fotografía. En esta asociación se encontraría con el que fue su primer mentor, Emilio Baeza Medina. Un abogado y político que lo condujo hasta la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga de la que fue presidente desde 1927. A partir de ese momento, el compromiso de Temboury con el mundo de la cultura fue total. No obstante, su actividad pública comenzó a conocerse a partir de los trágicos acontecimientos que acontecieron los días 11 y 12 de mayo de 1931 con la quema en Málaga de edificios de carácter religioso y la pérdida con ellos de un patrimonio mueble de inestimable valor artístico y religioso. Estos acontecimientos marcarían el devenir de la sociedad malagueña, que perduraría durante muchos años, y marcaría especialmente la vida de Juan tTemboury. Igualmente son coincidentes con el apoyo del que sería su otro gran mentor, Ricardo Orueta Duarte: Malagueño, crítico de arte, afincado en Madrid, que nunca renegó de su raíces y que en ese momento ostentaba el cargo de Director General de Bellas Artes, en el Gobierno de Manuel Azaña. Sería Orueta el que le facilitaría el acceso a las sociedades culturales, tanto de la ciudad como del país. Así fue como se integró como miembro de las Academias de Bellas Artes de San Telmo de Málaga, de la de San Fernando de Madrid, de la de Santa Isabel de Hungría de Sevilla o la Academia de las Nobles y Bellas Artes de Córdoba.

      La actividad cultural de Temboury fue en incremento, convirtiéndose en la mano derecha de Ricardo Orueta en todo lo referido al Patrimonio y el Arte en Málaga, por el que el Director General de Bellas Artes tenía un gran interés. Así, a partir de 1933 comenzó su participación en la recuperación de todo el Conjunto Arquitectónico de la Alcazaba y Castillo de Gibralfaro de Málaga. Esto le daría la oportunidad de trabar una profunda amistad con otro destacado protagonista de la actividad arqueológica española, Leopoldo Torres Balbás.

      A través de Ricardo Orueta trabaría igualmente una amistad que duraría toda su vida con el que era y sería el eterno Subdirector del Museo del Prado, Francisco Javier Sánchez Cantón. Igualmente, comenzaría una irreductible amistad con el catedrático y erudito Manuel Gómez-Moreno, al que admiró durante toda su vida. Serían en definitiva muchos los personajes del panorama académico, literario, cultural y artístico español los que conociese a partir de ese momento, pero fueron los referidos anteriormente los que le acompañarían a lo largo del resto de su vida.

      Nada más comenzar su segundo periodo como Director General de Bellas Artes en febrero de 1936, Ricardo Orueta nombró a a Juan Temboury Delegado de Bellas Artes de Málaga, cargo que ejercería hasta su fallecimiento en 1965. Por lo que cabe destacar que siendo un puesto para el que fue nombrado por un gobierno republicano, lo ejerció durante todo el periodo de la Dictadura Franquista, sin que mediara para ello ningún cese o nombramiento.

      El levantamiento militar del 18 de julio que derivó en la Guerra Civil en nuestro país, tuvo en Juan Temboury unos efectos devastadores, al sufrir el asesinato de su hermano Pedro. No obstante, los acontecimientos no le impidieron seguir con su actividad en la rehabilitación de la Alcazaba o en la defensa del Patrimonio histórico-cultural-religioso de la ciudad. A partir de la entrada de las tropas rebeldes en Málaga, Temboury comenzó a participar políticamente en la vida pública desde un cargo de concejal en el Ayuntamiento, puesto en el que estuvo durante dos periodos alternos y que cubrirían la nefasta década de los años cuarenta, lo más profundo de la cruel posguerra.

      Su vida fue transcurriendo entre la valoración de su labor en el ámbito nacional -entre otros reconocimientos, le fue otorgada la Cruz de Alfonso X el Sabio y fue nombrado académico correspondiente por Málaga de la Academia de la Historia- y “el ninguneo” al que fue sometido por las grises y mediocres “fuerzas vivas” de Málaga. Actitud que duraría hasta el mismo momento de su muerte, que fue cuando aquellos que le menospreciaba lo convirtieron y reconocieron como un personaje trascendental de la cultura malagueña.

      Con este breve resumen hemos intentado hacer un recorrido por la primera parte de nuestra tesis. Es decir: la vida de Juan Temboury Álvarez y el apasionante y doloroso espacio histórico en que esta ocurrió. Porque sin ello hubiese sido imposible entender los hitos histórico-artísticos en los intervino o generó. Por ello hemos dedicado en nuestra tesis un capítulo a las más importantes intervenciones patrimoniales de las que fue protagonista: - El primero de ellos lo dedicamos a un análisis crítico del libro Pedro de Mena, escultor, Homenaje en su tercer centenario (1628-1928), que publicó la Sociedad Económica de Amigos del País. obra en la que Temboury actuó como coordinador. además supuso su primer trabajo junto a Ricardo Orueta.

      - El segundo lo dedicamos a analizar su recorrido como miembro de la Academia de Bellas Artes de San Telmo, en la que comenzó siendo un fuerte dinamizador para terminar siendo “un convidado de piedra”.

      - El tercer capítulo lo dedicamos a analizar su participación en la reconstrucción-rehabilitación del Conjunto Monumental de la Alcazaba y Castillo de Gibralfaro. destacando un apartado para analizar un aspecto muy desconocido de su actividad cultural. Nos referimos al la erudición que alcanzó sobre la cerámica musulmana malagueña y que le fue reconocida por los mayores especialistas del momento. Pero, al no haber publicado casi nada sobre ello, es un ámbito casi desconocido de él.

      - El cuarto de los capítulos lo dedicamos a las intermitentes intervenciones que Juan Temboury tuvo en la Catedral de Málaga, tanto en su arquitectura como en su patrimonio, a lo largo de la etapa que le tocó vivir.

      - El quinto está dedicado a su Legado, que, aunque Temboury fue su hacedor como archivo, hoy supone un gran legado público gracias a su familia, es decir, su esposa Victoria Villarejo de los Campos y sus hijos, quienes, al modo altruista que siempre caracterizó al padre, donaron su archivo a la Excelentísima Diputación Provincial de Málaga. La generosidad de la familia ha convertido al Legado Temboury en uno de los más importantes de carácter privado que hoy pueden consultarse en España.. La cualidad o calidad del Legado Temboury reside en uno de los grandes objetivos que su creador tuvo y que nunca llegó a culminar: la elaboración del Catálogo Histórico-Artístico de la Provincia de Málaga.

      - El sexto capítulo lo dedicamos a la Virgen de la Victoria y su Santuario, en el que Temboury tuvo distintas intervenciones y que analizamos separadamente. Comenzando con sus primeros contactos con lo que nosotros hemos denominado “Universo Victoriano”, un mundo barroco y polisémico de donde él fue extrayendo actuaciones importantísimas. La primera a la repristinación y puesta en valor escultórica (como obra artística) y patrimonial (como bien mueble de primera magnitud) de la Virgen de la Victoria. La segunda con la puesta en valor y reivindicación de la yesería barroca tan denostada en ese momento y durante el siglo XIX. Hacemos un estudio de la casi desconocida “Cripta de la iglesia de SanLázaro” y de la que Temboury nunca se ocupó, pero que es indispensable como espacio de muerte que se conecta con el otro hito de Temboury en el Santuario de la Victoria, la Torre cripta-camarín. En ella Temboury fue pionero en la lectura iconográfica que contiene el edificio de la torre-camarín. Y lo hizo en una época en la que del el lenguaje iconográfico tan utilizado por la cultura del barroco era todavía un perfecto desconocido en el contexto historiográfico de nuestro país.

      - El séptimo capítulo esta dedicado al Teatro Romano, Romano. De la importancia de esta realidad patrimonial malagueña, puede afirmarse que Temboury fue su principal valedor, además de pionero e impulsor de las primeras excavaciones en la Málaga de su época; aunque también fue, posiblemente, la intervención que le causó mayores sinsabores por causas ajenas a él. Hoy el Teatro Romano y la Alcazaba constituyen un entorno del que se siente orgullosa la sociedad malagueña. No obstante, la especulación urbanística sigue siendo actualmente una traba para investigar nuestro pasado por medio de excavaciones arqueológicas.

      - Para un octavo y último capítulo hemos dejado la que posiblemente fuese una de las inquietudes más primerizas de Temboury. Nos referimos a su reivindicación del pintor de origen malagueño Pablo Ruiz Picasso. Lo que comenzó como la reivindicación orgullosa del “paisano famoso” se convirtió en una incondicional apuesta por el artista que posiblemente haya sido el ultimo genio del arte. Desde que en 1930 Temboury publicase su primera su primera reseña sobre el pintor, puede decirse que fue casi el único malagueño que no cesó de reivindicarlo en el deseo de perpetuar y materializarlos evidentes lazos de Picasso con su tierra de nacimiento en la realización de un Museo que alojase obras de todas las etapas del pintor. Con la llegada a Málaga de Jaime Sabartés, secretario de Picasso, en 1953 consiguió establecer una muy tenue conexión con el entorno picassiano que mantuvo viva durante todos los años que vivió, a pesar de la incomprensión de la mayoría de la “intelectualidad malagueña”. Ese hilo establecido por Temboury es el que ha conseguido hoy que Málaga pueda disfrutar del Museo Picasso de la ciudad, alimentado por parte de las obras que el pintor nunca quiso vender.


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