En la realidad política y social de la actualidad, a nivel mundial, han emergido movimientos populistas, que, lejos de plantear la lucha política y social al estilo de movimientos anteriores a ellos en el tiempo, han cambiado las coordenadas del juego político, ya no buscando una ruptura directa con el sistema (que ellos tachan de corrupto y endogámico), sino introduciéndose en su ADN y, una vez simbiotizados con él, conseguir su transformación desde dentro.
Primero, entonces, ¿son reales estos peligros? ¿Son aceptables estos riesgos? El camino de la ley a la ley, ¿es legítimo? Aunque los cambios producidos por hipotéticos nuevos gobiernos populistas fuesen formalmente legales, ¿serían materialmente legítimos, cuando buscan realmente la destrucción del sistema al que acceden? ¿Tienen armas nuestras Democracias liberales, para oponerse? ¿El Estado de Derecho debe ser tolerante con quien busca su destrucción? ¿Puede no serlo? ¿Está en peligro el Estado de Derecho, o, por mera definición, estaría protegido frente a su destrucción, aunque viniese del ejercicio de sus propias normas? En ese caso, ¿cómo? El Suicidio del Estado de Derecho, porque la esencia del Estado de Derecho es la tolerancia y el respeto por los derechos y libertades fundamentales, entre los que se encuentra la posibilidad de defender cualquier idea por medios pacíficos, aunque sea contraria a nuestros propios fundamentos filosóficos, morales y políticos (al menos, en el nuestro). Ello permite que los enemigos del sistema puedan habitarlo, expresar su rechazo, atacarlo e, incluso, destruirlo desde dentro: el Estado de Derecho, permitiendo la existencia legal de aquéllos que pretenden su destrucción, aboca a que, si ésta se produce, sea un verdadero suicidio; quizás asistido, pero suicidio. Y es que el Populismo actúa así; lejos han quedado las revoluciones violentas o los golpes de estado: no, ahora los enemigos de la Democracia Liberal aceptan entrar en sus instituciones y atacarlas desde dentro, en una especie de revolución silenciosa.
Y, El Populismo en España y los peligros de la Constitución, porque, tras el estudio en abstracto de lo que supone el Populismo para la Ciencia Política, luego lo haremos sobre las consecuencias y los riesgos, muy en concreto, en nuestro país y para y en nuestra Constitución, a través de la Ciencia Jurídica y del Derecho Constitucional, tanteando el peligro y diseccionando nuestra propia Constitución, alertando de las grietas por las que el Populismo se puede colar, para hincharse y romper el cuerpo de nuestros derechos y libertades. Lamentablemente, es más que posible que nuestra Constitución no esté blindada jurídicamente, ni en lo sustantivo ni en lo procedimental, como nos está haciendo creer el statu quo político y mediático.
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