Esta tesis doctoral consta de dos estudios. El primero de ellos analiza la percepción de diplomados militares en Educación Física sobre cómo se implementa y podría optimizarse la preparación física en las Fuerzas Armadas. Es un estudio cuantitativo descriptivo, habiéndose creado un cuestionario ad hoc para recoger estas percepciones. Los resultados señalan que los diplomados opinan que: i. La preparación física actual y su evaluación tienen poca relación con los posibles contextos operativos; ii. La salud y la instrucción se perciben como los principales objetivos formativos; iii. La metodología tradicional del entrenamiento no parece ser la más idónea para conseguir los objetivos operativos de las Unidades; iv. Las cualidades físicas consideradas más relevantes son competencia en agua, fuerza y resistencia; v. Los contenidos de entrenamiento durante el mesociclo se siguen basando fundamentalmente en la carrera y la calistenia, realizados a una intensidad moderada; vi. Debe incrementarse la preparación específica antes, durante y después de las Operaciones. El segundo, motivado en parte por los resultados obtenidos en el anterior, estudia las diferencias fisiológicas y cognitivas en dos grupos de militares sometidos a un entrenamiento concurrente de alta intensidad con diferentes protocolos, uno de ellos basado en estándares básicos comunes a cualquier soldado, independientemente del ejército y puesto táctico que ocupa. En este trabajo, se analiza si la especificidad de las tareas es decisiva en el rendimiento del personal militar. Además, se determina cuál podría ser una dosis mínima eficaz de entrenamiento para lograr mejoras en las condiciones psicofisiológicas de los soldados ante situaciones especiales que impliquen una intervención rápida. Los participantes del segundo estudio realizaron un entrenamiento de alta intensidad durante tres semanas, a razón de tres sesiones semanales. Se evaluó el efecto del entrenamiento en su composición corporal, frecuencia cardiaca, capacidad funcional, presión inspiratoria máxima, fuerza de tren superior e inferior y capacidades cognitivas; tras una prueba de esfuerzo se comprobó cómo afectaba esta carga a la frecuencia cardiaca, niveles de lactato y glucosa, fuerza de tren superior e inferior y las mismas capacidades cognitivas. Para soldados en una buena condición física, se ha demostrado que un entrenamiento específico militar de alta intensidad de tres semanas de duración, ha mejorado la composición corporal, la frecuencia cardiaca basal, la fuerza de tren superior y la capacidad funcional en mayor medida que un entrenamiento similar, pero inespecífico. Además, tras un esfuerzo submáximo, los participantes que realizaron el entrenamiento basado en tareas militares también han mejorado la frecuencia cardiaca pico, la máxima producción de lactato y glucosa, la fuerza explosiva de tren inferior y el esfuerzo percibido. A nivel cognitivo no se encontraron beneficios destacables. El entrenamiento inespecífico solo implicó en los participantes una mejora evidente de la capacidad funcional, aunque, para personal entrenado, permitió mantener los valores iniciales, por lo que se podría emplear como estrategia de tapering en esta población. Los resultados obtenidos responden a las inquietudes de los expertos militares, respecto a la introducción de esta metodología, especialmente la específica, por su relación con i. El contexto operativo, ii. La instrucción, iii. El modelo de periodización, iv. La mejora de la fuerza y la resistencia (entrenamiento concurrente), v. El cambio de paradigma hacia modelos de alta intensidad y vi. Su flexibilidad y eficiencia a la hora de mejorar la preparación física de los militares en Operaciones
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