Occidente ha mantenido una visión distorsionada de Oriente, principalmente como una ficción, y desde el punto de vista del cinismo espectaculario, que rápidamente se ha convertido en una perspectiva perpetua de esa realidad. Esta ficción y espectáculo han convertido a los dramaturgos en estrategas, inculcando la ficción como anclajes estereotipados epistémico-cognitivos y, a priori, un juego de espejos cruzados. A su vez, Oriente, objeto del espectáculo, rápidamente reaccionó reclamando su lugar, no como objeto, sino como sujeto y actor del espectáculo, desempeñando un papel inconsciente en la jerga orquestada por Occidente, invistiéndose la toga occidental-orientalista que incidió directamente en sus constructos identitarios, esquemas antropólogos y hasta sus figuras socio-políticas.
Desde una perspectiva interdisciplinaria, la presente aventura tiene como objetivo deconstruir los paradigmas adversos, dominantes en las dinámicas intergrupales, o llámese internacionales, entre lo que se ha entendido como Oriente y Occidente. El orientalismo ha sido el foco principal de atención durante las últimas cuatro décadas en los estudios de emancipación, resiliencia, memoria y, más concretamente, en todo lo relacionado con el poscolonialismo y las incipientes iniciativas de decolonialidad. Por su parte, en el ámbito oriental, el occidentalismo ha surgido, no tanto como otra cara de la moneda del orientalismo, sino como una preocupación que se remonta a siglos atrás, ya que Oriente ha estado preocupado por la interferencia-incidencia occidental en su identidad. En otras palabras, el orientalismo y el occidentalismo son dos fenómenos distintos en espacio y tiempo, así como en sus perspectivas recíprocas.
Por lo tanto, esta investigación busca en primer lugar proponer un método epistémico para el estudio mediante un esquema de validación del conocimiento y trazabilidad histórica como un intento de reconstrucción holística del conocimiento del otro. Este método pretende ser útil para refutar falacias y suposiciones estereotipadas, así como depurar introspectivamente las narrativas recíprocas, es decir, un método útil para las dinámicas intergrupales.
La investigación se divide en una parte teórica que comprende los dos primeros capítulos, y otra introspectiva de trazabilidad histórica de los dos fenómenos estudiados. El capítulo tercero, el más extenso que se dedica al occidentalismo en Oriente, con varios apartados que abordan diferentes casos, desde el occidentalismo japonés hasta el otomano y el árabe en sus diversas facetas. A continuación, dos capítulos dedicados al orientalismo occidental, Capítulo IV, primero en el ámbito literario inglés y luego en el hegemónico instrumental francés, y el Capítulo V se centra en el caso napoleónico y la trazabilidad histórica de su orientalismo religioso, tanto en Europa como en su aventura egipcia y sus políticas durante el consulado y el primer imperio. Finalmente, un capítulo de ensayo a modo de Epílogo en el que se intenta arrojar luz sobre los diversos síntomas y resultados recopilados en el estudio.
Las principales conclusiones que aporta el estudio son las siguientes: las sociedades occidentales han desarrollado un anclaje cognitivo basado en el autoensalzamiento, el hedonismo y la búsqueda ansiosa de superioridad como paradigmas de su bienestar cognitivo. En cambio, las sociedades orientales se centran principalmente en ganar crédito en los demás, con su ansiedad cognitiva centrada en ser aceptados y respetados, ajenos por completo al anclaje de superioridad occidental. Consecuencia a ello, Occidente ha desarrollado el escenismo espectaculario como una ficción maestra de su identidad, anclada en la apropiación de la verdad a través de la ficción cínica. Desde entonces, han surgido perspectivas de conocimiento ajeno a partir de la ficción literario-artística, asumiendo la ficción de los libros de viaje como testimonios reales y transformando la óptica de las Mil y una noche, así como las obras de Voltaire y Montesquieu, en testimonios reales del otro, confundiendo la ficción con la realidad. Para colmo, esta cultura del espectáculo se ha extendido desde Occidente hacia el resto del mundo principalmente a través de las redes sociales, que no representaron una novedad sustantiva en la cultura del espectáculo occidental, sino más bien su extensión y vulgarización a todos los niveles. En contraste, Oriente continúa luchando con el poscolonialismo que domina sus sociedades, agonizante entre incesables fracasos de descolonización, desde el lastre las Primaveras Árabes desde el comienzo de la segunda década del siglo XXI, y el flagrante revés que sufrió Egipto desde 2014 con la benevolencia occidental, el desastre de Siria, Yemen y Libia, y los movimientos de 2019 en el sudeste asiático, pasando por Bagdad, Beirut y Argel. Todos estos eventos representan el continuo fracaso de la descolonización y la perpetuación del poscolonialismo orquestado desde la hegemonía colonial occidental, lo que influye cada vez más en las dinámicas intergrupales, perpetuando, cada vez más, el distanciamiento intergrupal y la estratificación internacional.
Palabras clave: Orientalismo; Occidentalismo; Colonialismo; Poscolonialismo; Decolonialidad; Trazabilidad del conocimiento histórico; Otredad; Populismo colonial; Pacificación religiosa; Napoleón en Egipto; Disraeli; Sacy; Dinámicas intergrupales poscoloniales; Soberanía ética.
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