El desarrollo sostenible es una preocupación permanente en las políticas públicas de todos los estados del mundo desde inicios de la década de los 70. Desde entonces, esa noción ha tenido enfoques discursivos que oscilan entre las preocupaciones por lo demográfico, la producción y el consumo sostenibles. Recientemente, desde la promulgación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular de su ODS 12 sobre “Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles”, se ha renovado una preocupación pública por el tema particular de cómo lograr el consumo sostenible. El consumo sostenible como objeto de estudio en las ciencias ambientales tiene todavía desarrollos insuficientes pese a que ya se viene tratando desde saberes clásicos como la economía, la sociología, la psicología, la mercadotecnia. En términos generales las reflexiones de consumo sostenible reproducen los lugares comunes de la culpa individual del consumidor y de su racionalidad aislada y soberana para tomar decisiones, como fruto de la tradición de la economía neo-clásica. La dupla culpa-individualidad es quizá el sesgo más notorio que restringe una comprensión más compleja sobre el consumo como fenómeno social, pero más importante aún como elemento clave para pensar la sostenibilidad ambiental.
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