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Resumen de Ética, sufrimiento y procreación. Posibilidad de una ética naturalista del deber

Miguel Schafschetzy Steiner

  • Los conceptos principales manejados en la historia del pensamiento ético, así como en las discusiones comunes, son inexplicables si no se relacionan con la experiencia del sufrimiento. Concretamente, el concepto del deber puede explicarse como asunción racional de la naturaleza coactiva del sufrimiento. Esta perspectiva permite el desarrollo de una teoría cuyo carácter deontológico se vincula a una imperatividad natural. Igualmente permite la tematización ética -largamente postergada- de la procreación, factor elemental para una mayor o menor presencia del sufrimiento en el mundo. La decisión de tener hijos es éticamente discutible.

    La certeza hedonista del carácter decisivo de la diferencia entre el bienestar y el malestar de las personas se puede salvar también para una ética deontológica. Si bien todo potencial moral se deriva de las posibilidades del uso de la razón para determinar nuestra conducta de modo alternativo a las inclinaciones, el origen de toda valoración moral es el sufrimiento como mal radical. Kant, al rechazar esta base empírica e identificar no sólo al agente moral sino también al objeto de la atención moral con el ser racional, se ve obligado a sustituir la imperatividad natural por la coherencia lógico-performativa, con resultados en la práctica pobres y cuestionables, que en todo caso no caracterizan la acción moral hasta donde parece posible y necesario. La razón proporciona la posibilidad de la conducta ética; su necesidad, sin embargo, es extrarracional y reside en la sensibilidad, en la capacidad de sentir.

    De la teoría ética no es posible deducir la acción práctica. Sí puede evidenciar un criterio para distinguir entre lo bueno y lo malo que junto a una interpretación realista de las circunstancias y el sopesamiento de los efectos de nuestras acciones puede ayudar a guiar nuestras acciones de acuerdo con nuestras pretensiones morales. La necesidad de reducir, evitar y prevenir el sufrimiento, que resulta del criterio defendido en el trabajo, también nos hace adoptar medidas que lo implican en mayor o menor grado. La justificación de estas medidas sólo puede residir en su concepción como mal menor, ya que se trata de medios en sí mismos malos. Los sacrificios voluntarios o los castigos son, si son justificables, males menores.

    A menudo mantenemos actitudes positivas incluso ante nuestro propio sufrimiento. Esta actitud probablemente constituye una respuesta adecuada a nuestros problemas. Una disposición psicológica positiva es más llevable y puede frenar reacciones precipitadas Pero esta actitud útil se transformaría en una falacia si se formulara en el nivel teórico como bondad del sufrimiento, porque su función también consiste en paliar problemas y no en decir que éstos son buenos como tales. Siempre nos encontramos con la lucha contra el sufrimiento y la imposibilidad teórica de rehabilitarlo. Opiniones como que el sufrimiento sirve para madurar, o que la vida sería aburrida sin él sólo tienen sentido si hay alguna necesidad de madurar o si el aburrimiento es más molesto que el remedio.

    La discusión en tomo a la capacidad del ser humano de controlar su descendencia evidenciará su relevancia ética. Es evidente que hay una relación proporcional entre el número de víctimas de todo tipo de problemas (entre ellos la muerte segura, normalmente traumática) y el número de seres humanos existentes. Sin embargo, nada se ha avanzado en el tratamiento teórico de este aspecto desde que Malthus descubriera la relación entre el crecimiento poblacional y la miseria. La capacidad de renunciar a tener hijos, abre la posibilidad de una incidencia cuantitativa que, sin colisionar con otras acciones a favor de un futuro globalmente mejor, puede reducir la presencia en el mundo de la tortura y toda clase de atroces sufrimientos.

    Cuestionar el propio escenario de las respuestas éticas necesarias, la vida, no significa abandonar éstas, sino ser coherente con las mismas. La razón por la cual se defienden unas u otras fórmulas para mejorar el mundo es la misma que preside nuestra propuesta adicional. La consigna podría ser: pan para hoy sin hambre para mañana. Y de la misma manera que el objetivo último no es que haya pan sino que no haya hambre, se debe entender que los objetivos últimos en general no están en las propuestas progresistas sino en la ausencia de los problemas que las motivan.


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