En las últimas décadas, se ha producido una significativa disminución de las medidas arancelarias al comercio mundial de alimentos, pero, prácticamente a la par, otros mecanismos que pueden condicionar el acceso a los mercados, han visto incrementado su accionar. Éste es el caso de los estándares de calidad. En términos generales, los estándares de calidad establecen exigencias vinculadas a los procesos productivos aplicados y/o a las características de los productos obtenidos, con el fin de avalar el cumplimiento de ciertos objetivos vinculados con la calidad, la bioseguridad, la sustentabilidad u otros atributos vinculados con los productos. Su adopción puede estimular el intercambio comercial, si la misma facilita el acceso a los destinos de exportación. Pero, por el contrario, también pueden operar como medidas de tipo no arancelario, es decir, como obstáculos para acceder a los mercados. En el caso de los productos alimenticios pesqueros, los estándares de calidad establecidos desde el ámbito privado, brindan a los consumidores información que señaliza la procedencia de las capturas, para operar sobre sus preferencias e incidir en sus decisiones de compra. Estas ecoetiquetas comunican, a través de un sello o logotipo exhibido en el envase del producto, que el alimento en cuestión proviene de una pesquería gestionada de forma sustentable. La información provista genera, en primer lugar, un efecto directo, dado por la consolidación de mercados de productos diferenciados por atributos de proceso, en los que los consumidores pueden abonar primas de precio. Además, podría verificarse un segundo efecto, de tipo indirecto, que consiste en la contribución a mejorar la gestión de la actividad pesquera.
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