Tenía referencias previas sobre Cuba a través de lecturas y testimonios personales de colegas y amigos. Pero como señalé precedentemente, estos testimonios provenían, en su mayoría, de gente que no había conocido la isla con la extensión y dedicación que le dediqué yo mismo durante tres años. Las referencias de esas personas sobre la isla eran insuficientes o se hallaban teñidas de matices ideológicos favorables y adversos a la Revolución Cubana. Labovitz y Hagedorn (1981, citados por Hernández et al., 1997) afirman que cuando se desarrolla una idea de investigación es conveniente conocer el campo de conocimiento donde ésta se ubica. Cuando elegí este tema me propuse combinar mi experiencia personal con la bibliografía y los datos cualitativos y cuantitativos del período elegido, procurando la mayor objetividad posible. En cuanto a la motivación del tema elegido, sabía del grave estado económico y social de la isla, desde antes de mi arribo, por la información reunida previamente. Prima facie, percibía dos causas excluyentes en el discurso oficial cubano y en el de los analistas individuales afines al gobierno de la Revolución cuando se referían a las causas que condujeron al acentuado deterioro de la situación económica y social de Cuba en 2006. Para ellos esas causas son sólo de origen externo, el embargo norteamericano desde 1962 y la caída del campo socialista de la década de 1990. Estos países integraban el Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON), que sostenían económica y políticamente a Cuba desde 1962. La caída de la URSS tuvo un efecto devastador sobre la economía cubana, que fue sumida en la peor crisis de su historia y llevó al gobierno a encarar el llamado “periodo especial en tiempo de paz”. Este período se caracterizó, por un lado, por el establecimiento de severísimas restricciones económicas y por el otro, de medidas favorables al libre mercado, detestadas por Fidel Castro aunque consideradas indispensables. Durante el “período especial”, cuya etapa más dura se extendió desde 1991 hasta 1993 -aunque sus consecuencias se extendieron varios años después-, el país quedó sin más del 80% de la capacidad adquisitiva de combustibles, insumos, piezas de repuesto y alimentos. Todo lo proveían la URSS y el COMECON.
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