Introducción: Existe un fenómeno que ha llamado la atención en siglos pasados a personalidades tan perspicaces como Napoleón, Tocqueville o Donoso Cortés y no puede menos de interesar a cualquier historiador por el análisis de los procesos histórico-políticos de larga duración: se trata del renacimiento de Rusia. Ya Boris Nolde -casi a principios de siglo -se interrogaba sobre cómo un pequeño estado nórdico de siglo XVI había conseguido en menos de cuatro siglos convertirse en un vasto Imperio que en la actualidad ocupa la mitad del continente europeo y una tercera parte del asiático, o sea una sexta parte del mundo. Si realizamos un análisis estadístico -tan afín a los historiadores tecnificados de nuestros días- comprobaremos sorprendentemente que desde el siglo XV hasta nuestros días Rusia ha anexado territorios en una proporción de aproximadamente 80 kilómetros cuadrados por día, abarcando a la fecha una superficie de alrededor de 17 millones de kilómetros cuadrados. Ese proceso tuvo un avance acelerado en el siglo XX, en que la Unión Soviética llegó entre 1940 y 1950 a anexar en una proporción de 3.000 km2 por día. Es importante señalar que contemporáneamente las naciones colonialistas de Occidente, especialmente Gran Bretaña y Francia, llevaban a cabo el proceso inverso...
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