En los últimos años hemos asistido al desarrollo simultáneo de diferentes asuntos en el marco de la psicología clínica. Por un lado asistimos a un aumento de las patologías relacionadas con la adicción. A las adicciones con mayor tradición psiquiátrica como son el alcoholismo y las dependencias a diferentes sustancias psicoactivas, se han ido uniendo de manera progresiva las adicciones llamadas “psicológicas”. Estas están siendo lideradas por el juego patológico, que se ha convertido en el estandarte de todo un desfile de comportamientos patológicos susceptibles de ser considerados como adicciones por parte de los estamentos científicos, sociales y políticos. En la actualidad no es raro encontrar a personas “enganchadas” a internet o “compradores compulsivos”, así como potenciales jóvenes adictos “enganchados a los videojuegos”. Aunque en la actualidad, aún nos encontramos lejos de disponer de un repertorio amplio de instrumentos, investigaciones y en definitiva, argumentos científicos que permitan defender con un cierto rigor tales aseveraciones, lo cierto es que nos encontramos ante una realidad social que debe ser atendida y que de hecho ya lo está siendo.
Por otro lado, durante los últimos años, la psicología clínica ha venido prestando mayor atención a las aportaciones derivadas de nuevas corrientes psicológicas asentadas en antiguas tradiciones filosóficas como es el caso del constructivismo, el construccionismo social y la terapia narrativa, y no tan nuevas, como ocurre con la terapia familiar sistémica.
Todo ello ha propiciado que, poco a poco, los profesionales de la psicoterapia hayan ido introduciendo en el contexto clínico, nuevas formas de entender y tratar los problemas que traen los pacientes, en un intento de mejorar la calidad de las intervenciones terapéuticas. Es en esta línea dónde hemos asistido a nuevas formas de conceptualizar los problemas cómo ha ocurrido en el caso de la terapia de pareja.
Durante las últimas décadas del pasado siglo XX se ha producido un importante desarrollo de esta modalidad psicoterapéutica. La sociedad occidental ha ido experimentando un profundo cambio en el que se ha visto envuelta la familia como núcleo fundamental del desarrollo social. Y en los últimos años hemos asistido a una evolución del concepto tradicional de familia, que se ha visto revisado, tanto en cuanto, los cambios sociales y políticos han facilitado el reconocimiento (legal, moral y/o social) de “nuevas” formas de emparejamiento y de estructuras familiares, así como una revisión de los roles tradicionales atribuidos al hombre y a la mujer en el matrimonio.
Como consecuencia de todo ello, el número de demandas de ayuda que tienen que ver explícita o implícitamente con las relaciones matrimoniales y por extensión con la familia, ha aumentado enormemente en las últimas décadas. Prueba de ello puede considerarse el número de terapeutas familiares y de pareja, o el aumento de programas de postgrado de especialización en terapia familiar y de pareja, o la mayor presencia de estos aspectos dentro de los programas académicos.
El desarrollo de la terapia de pareja ha sido muy importante no sólo como consecuencia del aumento de una necesidad social como son las crisis y conflictos matrimoniales, sino también a raíz del aumento de estudios que relacionan la mejora de la salud conyugal con la salud del individuo, la relación de determinadas conductas psicopatológicas con conflictos en el matrimonio, o la repercusión que sobre los hijos tienen los conflictos maritales.
Todo ello ha propiciado que la terapia de pareja haya venido incorporando progresivamente la filosofía derivada de otras disciplinas psicológicas, dando lugar a modelos concretos de intervención. En algunos casos estos modelos de terapia de pareja cuentan con una base empírica amplia derivada de los modelos sobre los que se sustentan. En otros casos, el desarrollo ha venido de la mano de la experiencia clínica y de la extrapolación de modelos clínicos de mayor tradición psicoterapéutica al área de la pareja.
Este es el caso de la Terapia de Pareja Sistémico- Constructivista. Un modelo reciente de intervención en los conflictos conyugales que nace de la derivación de los presupuestos sistémicos y del constructivismo al contexto de las relaciones conyugales y del que se cuentan escasos datos empíricos acerca de su eficacia o del modo en que actúa en la mejoría de los pacientes, o simplemente son modelos escasamente estructurados. No obstante, la cada vez mayor actividad literaria sobre el tema hace pensar que, como en otros muchos casos, la actividad clínica va por delante del trabajo empírico y de investigación controlada, y que el número de profesionales que se hayan interesados en esta modalidad psicoterapéutica es cada vez mayor.
El tema es aún más evidente en la aplicación de técnicas concretas como es el caso del Equipo Reflexivo. Esta técnica, de apenas diez años de evolución, cuenta con escaso apoyo empírico, si bien se ha convertido en un instrumento muy utilizado, al igual que los Equipos de Observación y Supervisión, en el contexto de la formación de posgraduados y en el conjunto de la terapia familiar; y en algunos casos, como el mejor ejemplo de la aplicación en el campo de la clínica de los presupuestos derivados de la Cibernética de Segundo Orden y de las Teorías de los Sistemas.
En función de todo lo anterior, parece claro que el desarrollo de todas las modalidades terapéuticas debería ir acompañado de una base empírica suficiente que permita cuantificar las supuestas bondades de dichos procedimientos terapéuticos así como el análisis de los componentes que inducen el cambio terapéutico.
Es en esa línea en la que hemos desarrollado la presente investigación. El hecho de que el uso del Equipo Reflexivo como técnica dentro de la terapia familiar y de pareja se esté haciendo frecuente, aconseja, desde nuestro punto de vista, poner en marcha los procedimientos experimentales necesarios que permitan verificar la idoneidad de dicha técnica psicoterapéutica, a fin de no caer en el error de atribuir el éxito o el fracaso de las intervenciones a un procedimiento técnico concreto cuando podrían estar interviniendo simultáneamente un sinfín de variables relacionadas con los pacientes y con los terapeutas.
Por otro lado, junto a lo anterior, se ha podido comprobar en los últimos años un notable aumento del interés científico por la comprensión del fenómeno del juego patológico. Aumento que viene derivado de la constatación de que se trata de un fenómeno de amplia repercusión social tal y como parecen demostrar algunos estudios epidemiológicos realizados en nuestro país (Becoña, 1992; FAJER, 1993, Legarda et al., 1992) y del hecho de que el estudio de los procesos implicados en el desarrollo de la adicción al juego podría servir de paradigma en el estudio general de las adicciones.
En esta línea, y con los datos de los que se dispone en la actualidad, es posible afirmar que de manera concomitante al juego patológico se desarrollan toda una serie de conflictos y dificultades que implican fundamentalmente a la familia y más específicamente al cónyuge del jugador. En algunos casos se podría afirmar que la adicción se convierte en la causa de muchos de esos problemas relacionales. En otros casos más bien parece posible distinguir patrones de relación estables entre los cónyuges anteriores a la aparición de la conducta de juego y que podrían tener alguna relación como factores desencadenantes o como factores mantenedores de la conducta del jugador. Por último, también es posible afirmar que algunos factores derivados de la relación marital pueden favorecer la mejora de la sintomatología del jugador. En definitiva, dentro del contexto del juego patológico, parece posible distinguir variables relacionadas con la relación de pareja que pueden ser de gran importancia en la comprensión y el tratamiento de la sintomatología.
En resumen, tenemos por un lado un procedimiento terapéutico relativamente novedoso con escaso apoyo empírico y por otro un trastorno psicológico de profundas implicaciones relacionales, todo lo cual justifica, según nuestro punto de vista, el desarrollo de un procedimiento experimental que permita clarificar en qué medida esta novedosa técnica puede ser eficaz en el tratamiento de los conflictos conyugales en el área concreta del juego patológico. De los resultados de dicha investigación será posible extraer algunas conclusiones acerca de la idoneidad o no de dicha aproximación terapéutica, así como de su posible extrapolación a otras patologías o acerca de otras alternativas terapéuticas.
Para el desarrollo de nuestro estudio hemos dividido el mismo en dos partes bien diferenciadas.
Por un lado un bloque teórico en el que hemos desarrollado aquellos aspectos que fundamentan los procedimientos técnicos seguidos durante el trabajo terapéutico:
En el capítulo uno, realizamos un resumen de los aspectos fundamentales del juego patológico y su relación con el ámbito de la pareja. Es definitiva se trata de poner de manifiesto aquellos aspectos de la adicción al juego que justifican la aproximación terapéutica al mismo desde una perspectiva relacional y que lo hacen por tanto un cuadro sensible al cambio terapéutico desde una perspectiva constructivista y desde la terapia de pareja.
En el capítulo dos realizamos un resumen de los antecedentes históricos de la terapia de pareja con el objeto de poner de manifiesto la evolución que se ha seguido en el tratamiento de las disfunciones conyugales desde el inicio del interés científico por el tema a fin de poder contextualizar el momento actual del tema desde un punto de vista teórico y clínico sobre todo.
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