Desde que James Parkinson en 1817 ofreciera la primera definición detallada de la patología que hoy lleva su nombre, la enfermedad de Parkinson (EP) se ha convertido en el trastorno neurodegenerativo más frecuente después del Alzheimer, afectando principalmente a la población de edad avanzada. Esta enfermedad por su prevalencia y sus diferentes modos de presentación constituye un desafío para todos los profesionales que se ven involucrados en el abordaje de la misma.
En la EP, los hallazgos fisiopatológicos más característicos se relacionan con una pérdida progresiva de neuronas productoras de dopamina localizadas en la sustancia negra pars compacta mesencefálica, lo que origina o desencadena la aparición de los síntomas clásicos de la enfermedad (temblor, rigidez, bradicinesia, alteraciones del equilibrio, alteraciones de la marcha), comprometiendo considerablemente la capacidad ambulatoria de los sujetos que la padecen. Cada vez es más frecuente, sin embargo, asistir al desarrollo de síntomas no considerados como habituales pero que están presentes en un alto porcentaje de los enfermos. Esto es lo que ocurre con los congelamientos de la marcha (CM), también conocidos como bloqueos motores, los cuales presentan una prevalencia que oscila entre el 7%-60% en función de si estamos hablando de las primeras etapas o de las etapas más avanzadas de la enfermedad.
En la actualidad, en el tratamiento de la EP se utiliza un abordaje multidisciplinar que incluye distintas aproximaciones: la terapia farmacológica, la terapia quirúrgica y las terapias de apoyo, entre las que se encuentra la utilización de la estimulación sensorial externa (ESE) con el objetivo de facilitar la iniciación y/o el desarrollo de una actividad motora. Esta estrategia rehabilitadora, mediante la utilización de estímulos auditivos, visuales o somatosensoriales, suministrados de manera rítmica, se presenta como un recurso terapéutico importante para facilitar la ejecución de los actos motores en estos enfermos. Atendiendo al interés que ha suscitado en los últimos años, la utilización de la ESE en la mejora de la marcha en los sujetos con EP, nos hemos planteado realizar un estudio cuyo objetivo principal ha consistido en determinar el efecto inmediato (in situ) de la estimulación sensorial rítmica, utilizando tres variedades sensoriales (auditiva, visual, somatosensorial), sobre los bloqueos motores y sobre la marcha en dos grupos experimentales: pacientes con EP y un grupo control (sujetos sanos). Para ello, hemos utilizando una frecuencia de estimulación del +10% de la cadencia de paso de la marcha preferida de cada sujeto, valor ensayado con éxito en estudios previos.
Nuestros resultados demuestran que la estimulación auditiva rítmica, es efectiva como terapia de apoyo para mejorar algunas de las variables alteradas de la marcha, así como para reducir el número y la media del tiempo de duración de los CM presentes en los pacientes con EP (en fin de dosis). Sin embargo, la estimulación visual y la estimulación somatosensorial, no han resultado ser efectivas en la mejora de ninguna de las variables de estudio.
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