Esta tesis doctoral se ha centrado en el estudio de la escultura y el retablo en Guatemala entre los siglos XVI al XIX, donde la ciudad de Santiago de Los Caballeros (hoy La Antigua Guatemala) jugó un papel fundamental como foco de irradiación del quehacer artístico. Se aborda el tema del entorno social y profesional del artífice, creador de obras escultóricas, en aspectos como su procedencia, nivel de educación, lugar de residencia y de sepultura, organización del taller, características de su clientela, la forma en que se financiaban obras e incluso las sanciones más comunes en caso de incumplimiento. Todo lo anterior con el fin de comprender y valorar mejor los temas que se desarrollan a continuación. A través del análisis de manuscritos, fuentes impresas y bibliografía -donde el libro “Historia de la Imaginería Colonial de Guatemala” del profesor Heinrich Berlin publicado en 1952, ha sido esencial para esta tesis – se ha tratado de cruzar la información con los retablos y esculturas existentes, en un laborioso trabajo de campo para lograr una visión lo más específica posible de la evolución estilística en Guatemala. Además se aportan datos inéditos de los mismos documentos y otros de los archivos del Arzobispado y el de Indias. Las noticias de obras más antiguas las encontramos en torno a 1540 al trasladarse la ciudad al valle de Panchoy y a partir de allí tenemos obras tanto de retablos como esculturas de estilo renacentista. Se menciona la labor de artistas como Quirio Cataño y Pedro de Liendo, así como una introducción al naturalismo con la importación de obras de los Ocampo o de Diego López Bueno en las primeras décadas del siglo XVII, llegando a influenciar en la producción local. En torno a 1680, con el gran proyecto de la construcción de la catedral, a cargo en un inicio del maestro Martín de Andújar –del que ubicamos también obra retablística en Guatemala- encontramos los primeros indicios de la introducción del barroco salomónico con el arribo de artistas principalmente de Oaxaca como Agustín Núñez. Aquí cabe mencionar las creaciones de Alonso de la Paz y Mateo de Zúñiga. A partir del segundo cuarto del siglo XVIII se evidencia la consolidación de lo que hemos llamado “el barroco guatemalteco” porque se desarrollan características propias de esta escuela. Complementando el estudio con su relación con otras artes como las fachadas retablo e incluso con la platería. Se hacen presentes obras por ejemplo de Vicente de la Parra. Posteriormente nos adentramos en la importante producción de finales del siglo XVIII y de todo el siglo XIX -sin olvidar las consecuencias del gran terremoto de 1773 que ocasionó el traslado de la ciudad capital al valle de la Ermita- con obras propias del neoclásico quizás para un grupo más reducido y culto porque en general la piedad popular demandaba, aunque con formas mucho más moderadas, que se continuaran con los cánones barrocos, con la producción de artistas como los Abarca o ya más adentrado el siglo XIX, con Ventura Ramírez o Juan Ganuza. Por último, se intenta ordenar las características esenciales de los diseños ornamentales de la policromía en Guatemala, arte minucioso, diversamente extenso, que pertenece casi en su totalidad a finales del siglo XVIII, XIX e incluso del siglo XX.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados