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Modificación del estigma asociado a la enfermedad mental: Evaluación de una intervención en institutos de enseñanza secundaria obligatoria en Navarra

  • Autores: Lorena de Simón Alonso
  • Directores de la Tesis: Agustín Madoz Gúrpide (dir. tes.), Mª Elena Ezquiaga Terrazas (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad Autónoma de Madrid ( España ) en 2015
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Jerónimo Saiz Ruiz (presid.), María Fe Bravo Ortiz (secret.), Dolores Moreno Pardillo (voc.), Manuel Muñoz López (voc.), Juan Carlos Hernández Clemente (voc.)
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  • Resumen
    • El concepto de estigma data de antiguo y denominaba la marca que algunos individuos adquirían en virtud a determinada característica, que el resto de la población identificaba como negativa. Con el tiempo ha ampliado su campo semántico, para pasar a referirse a la devaluación del individuo como portador de esa marca, que puede ser evidente u oculta.

      El estigma es un fenómeno universal, siempre presente en la sociedad. Se trata de un constructo relacional, y como consecuencia de ello, sujeto a cambios en el tiempo y entre las diferentes culturas. Cada grupo elige, en función de sus valores, el tipo de atributo que señala como negativo. Históricamente, y en diferentes civilizaciones, el Trastorno Mental ha sido receptor de conductas estigmatizadoras. El estigma no deja de ser un reflejo de cómo se entiende socialmente la enfermedad mental, por lo que la evolución del término corre pareja con la evolución del concepto de locura. La Revolución Francesa sacó a los ¿locos¿ de la cárcel, concediéndoles el reconocimiento de enfermos. Desde entonces hasta hoy, cuando los enfermos ya no son tildados de delincuentes ni encarcelados, el concepto ha cambiado sobremanera. Sin embargo, aún en el actual marco de la Psiquiatría Comunitaria, de la integración en la sociedad y de la normalización funcional, persiste un determinado estigma en torno al enfermo mental, que sigue rodeado de silencio y, frecuentemente, oculto a la opinión pública.

      Los modelos que analizan el proceso de estigmatización asociado a la enfermedad mental se basan en aportaciones de diferentes campos como el de la Psicología Social, la Psicología Evolutiva y la Sociología. A partir de ellos, autores modernos han propuesto un marco teórico en el que se asienta el conocimiento sobre dicho proceso. Se ha diferenciado entre varios componentes, como el cognitivo (estereotipos), el emocional (prejuicio) y el conductual (discriminación). Los estereotipos de peligrosidad, imprevisibilidad y responsabilidad, especialmente el primero, cobran significativa importancia.

      Desde este marco conceptual puede comprenderse la carga que el estigma supone para los diagnosticados, con repercusión a nivel interpersonal, social y estructural. El grupo identifica al portador de la marca con la propia marca, despojándolo de su identidad, distanciándose de él y relegándolo a los márgenes de la sociedad. Esto coloca a la persona con enfermedad mental en inferioridad de condiciones y supedita su acceso a diversos recursos sociales, laborales y personales, derivando en una pérdida de poder y de estatus. La vergüenza, la culpa y el miedo al rechazo condicionan la aceptación de la enfermedad, que a menudo trata de esconderse, lo que deviene en una merma en la búsqueda y en el uso de herramientas terapéuticas. Las personas diagnosticadas se enfrentan a un doble problema. Por un lado el lidiar con la enfermedad en sí misma y por el otro con los errores conceptuales de la sociedad respecto a ella. Si la persona, como miembro de la sociedad en la que vive, hace suyos estos prejuicios y estereotipos volviéndolos en su contra, el auto-estigma se convierte en otro importante elemento nocivo, que contribuye a frenar la recuperación de la patología mental. Además, el estigma se extiende sobre aquellos que rodean al individuo marcado, en lo que Goffman denominó ¿estigma de cortesía¿.

      La erradicación del estigma se ha convertido en un objetivo prioritario a nivel internacional, de manera que se ha integrado en las líneas estratégicas gubernamentales y de la Asociación Mundial de Psiquiatría. Se recomienda que sea una labor realizada a distintos niveles y áreas de actuación, de forma coordinada y dirigida a los diferentes tipos de estigma. Para ello pueden emplearse varias estrategias: la de protesta, la educativa, la de contacto directo, la de reforma estructural y el empoderamiento del usuario.

      Se han identificado grupos de la sociedad especialmente relevantes por su relación directa con la enfermedad mental. Entre ellos, la población de jóvenes ocupa un lugar destacado por su permeabilidad cognitiva y por la importancia de moldear estereotipos en una edad en la que los iguales desempeñan un papel crucial en las relaciones interpersonales. A través de este tipo de intervenciones sería posible realizar una doble acción preventiva que contribuya a disminuir el lapsus diagnóstico y la dificultad de acceso al tratamiento, realidades con importantes consecuencias en el futuro de los adolescentes.


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