María del Carmen Martínez-Quesada
El habitante de la ciudad contemporánea vive cada vez más aislado de su comunidad y de una forma más pasiva, debido a diferentes factores. Las viviendas que se producen actualmente, sean sociales o no, se diseñan en serie, pareadas, adosadas, aisladas, en bloque - separadas por un alto seto, unos aparcamientos o un rellano de escalera, espacios que la gente atraviesa pero no penetra ni posee, convirtiendo las viviendas en productos aislados y homogeneizados, que anulan la relación del que las habita con su comunidad próxima, y desaprovechan la oportunidad de compartir recursos. El modelo de crecimiento es una ciudad genérica, en la que los ciudadanos salen de la cochera de su casa para ir al parking, al trabajo a producir, o al del centro comercial a consumir, y el tiempo que pasan en sus residencias lo invierten viendo la televisión o consumiendo productos relacionados. Como fruto de este proceso, la cultura y el ocio se van convirtiendo en un negocio, en lugar de ser algo producido por las personas, ahora pasivos consumidores del mismo. Esto conlleva una pérdida de relación entre las acciones realizadas y un aislamiento social del individuo que comporta una inconexión con su entorno inmediato y una pérdida de la sensación de pertenencia a una comunidad social y de la identidad propia de cada lugar.
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