La obra de Zambrano se gesta a partir de una preocupación fundamental, la referida a la cuestión del Logos y a cómo ha de decirse adecuadamente. Un decir que se expresa paradigmáticamente en dos modos, el poético y el filosófico. A la vez, es una obra consciente de la crisis del mismo, que en la persona adquiere la forma de la experiencia de un desgajamiento o la consciencia de la propia insuficiencia. Una experiencia de crisis que, paralelamente, se nutre en sus páginas de una savia de esperanza que la convierte en un intento de respuesta. Así, define a la persona como el ser que padece su propia trascendencia, lo que hace tenga en cuenta múltiples dimensiones en sus análisis, representados sintéticamente en las esferas de lo pasivo y lo activo, así como en el modo como el Logos es el ejercicio que ha de hacerse cargo de todo aquello subsumido en la pasividad, los ínferos y lo múltiple. De modo que, al final, el Logos había de hacerse cargo del sufrimiento y del delirio, lo que hacía que éste se presentase como un momento necesario en la constitución del Logos, y que, a fuer de desventuras, había de lograrse, de conseguirse salvar, haciéndose entonces delirio creador. De manera que, y tratando de sistematizar lo que sea el delirio, terminaremos proponiendo el carácter simbólico del delirio creador, o el modo como puede convertirse, como en una auténtica catarsis, en la posibilidad cierta y esperanzada del renacer y recrearse de la persona.
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