La violencia contra las mujeres no es algo nuevo, se trata de un problema social que arrastramos desde hace siglos, aunque ha sido recientemente cuando ha pasado de considerarse algo perteneciente al ámbito privado para trascender a la esfera pública y convertirse en un problema social.
Una de las formas de violencia de género más comunes que existen es el acoso sexual, reflejo de las relaciones sociales de poder entre mujeres y hombres (Berdahl, Magley, y Waldo, 1996; Pina, Gannon, y Saunders, 2009; Wilson y Thompson, 2001). Si bien el acoso sexual es un problema que sufren tanto hombres como mujeres, la investigación señala que son las mujeres, de forma abrumadora, las víctimas de este fenómeno, y los hombres, en la mayoría de los casos, los acosadores (Berdahl y Moore, 2006). Así por ejemplo, una de cada dos a tres mujeres ha experimentado alguna forma de acoso sexual o comportamientos no deseados a lo largo de su vida (Pina et al., 2009).
Pese a la existencia de distintas aproximaciones para definir el acoso sexual, la mayoría de los investigadores coinciden en que se trata de ¿una experiencia psicológica basada en un comportamiento sexual no deseado, ofensivo y amenazante, que tiene lugar en el contexto laboral¿ (Topa, Morales, y Depolo, 2008). Así mismo, todas las definiciones coinciden en dos aspectos esenciales: a) se trata de una conducta con componentes de carácter sexual, y b) atenta contra la dignidad de la persona que es víctima de dicha conducta. Esta diversidad y variedad conceptual justifica, en parte, la dificultad de su estudio.
Abordar el acoso sexual se vuelve una tarea compleja, ya que no se trata de un comportamiento único, sino que incluye una variedad de situaciones entre las que se encuentra las bromas o comentarios sobre la apariencia o condición sexual de la trabajadora o el trabajador; uso de imágenes, fotografías o dibujos de contenido sexualmente explícito; comunicaciones (llamadas telefónicas, correos electrónicos, etc.) de contenido sexual y carácter ofensivo; contacto físico deliberado y no solicitado, o un acercamiento físico excesivo o innecesario; invitaciones persistentes para participar en actividades sociales, pese a que la persona objeto de las mismas haya dejado claro que no son deseadas; invitaciones o peticiones de favores sexuales, cuando éstas estén relacionadas, directa o indirectamente, a la carrera profesional, la mejora de las condiciones de trabajo o la conservación del puesto de trabajo; o comportamientos que busquen la vejación o humillación de la persona trabajadora por su condición sexual (Ministerio de igualdad, 2010). Todo ello, denota el amplio abanico de comportamientos que pueden ser considerados como acoso sexual. El acoso sexual se ha convertido en un problema de gran importancia en las sociedades actuales, y más concretamente dentro del ámbito organizacional, como consecuencia de la cada vez mayor inclusión de la mujer en el contexto laboral (Cunningham y Benavides-Espinoza, 2008; Leskinen, Cortina, y Kabat, 2011; Silverschanz, Cortina, Konik, y Magley, 2008; Smith y Konik, 2011). Sin embargo, es también uno de los problemas de discriminación y violencia contra la mujer menos conocidos e informados (Temkin y Krahé, 2008).
Para combatir el acoso sexual, la primera condición necesaria es que los casos de acoso sean percibidos, habiendo mostrado la evidencia empírica que la percepción del acoso sexual dependen de muchos factores tales como el género, el contexto situacional, la ideología del perceptor, e incluso, la relación que mantienen el acosador y la víctima, por citar algunas. Una posible causa de la invisibilidad social de algunas formas de violencia sexual contra la mujer, y más concretamente del acoso sexual, yace en las actitudes que las personas mantienen acerca de las víctimas, los perpetradores, y el comportamiento en sí mismo. Esas actitudes, con frecuencia, incluyen culpar a la víctima, minimizar el impacto psicológico del comportamiento (en este caso constitutivo de delito) y justificar las acciones del perpetrador, lo que lleva a una cierta tolerancia hacia la situación descrita y consecuentemente, a repercusiones negativas sobre las víctimas, lo que provoca que su proceso de recuperación sea más difícil (Campbell, Ahrens, Sefl, Wasco, y Barnes, 2001) y que disminuya la probabilidad de que éstas denuncien el hecho sufrido.
Con esta tesis doctoral, se pretendió estudiar, desde una perspectiva psicosocial, la influencia que determinadas variables ¿tipo de acoso, estatus del acosador y de la acosada, respuesta de la víctima o atractivo físico-, así como la ideología de género -el sexismo o la aceptación de mitos hacia el acoso sexual fundamentalmente-, ejercen en la percepción de situaciones de acoso sexual. A través de doce estudios empíricos, se analiza la influencia de diferentes factores sobre la percepción de diferentes situaciones susceptibles de ser consideradas como acoso sexual, tales como el género del perceptor social, el contexto, la tipología de acoso, la respuesta de la víctima, el estatus/poder de acosador y víctima, el atractivo físico y la ideología del perceptor social, enraizada principalmente en las actitudes sexistas y aceptación de los mitos hacia el acoso sexual. La tesis se estructura en dos partes: Una primera parte teórica que contiene 1) una revisión teórica y conceptual acerca del acoso sexual, su prevalencia y las principales perspectivas teóricas, y 2) un breve recorrido por la percepción social del acoso. En la segunda parte empírica se describen los objetivos generales y específicos de la presente tesis doctoral, así como los estudios empíricos diseñados para su consecución. Concretamente, se han realizado 12 estudios que se han agrupado en 7 bloques. El primer bloque (estudio 1) pretendía ser un acercamiento a la percepción social que hombres y mujeres tienen acerca de qué comportamientos son considerados acoso sexual y cuáles no. Además, se estudia la posible influencia del contexto (laboral vs. interpersonal) y la ideología como factores que pueden afectar dicha percepción.
Puesto que en el primer estudio los comportamientos de acoso explícitos son los que más se perciben como tales, en el segundo bloque (estudios 2 y 3) se quiso ahondar en la percepción social de un comportamiento explícito de acoso sexual en el contexto laboral, que es donde mayoritariamente pueden ocurrir situaciones de este tipo, así como seguir indagando la posible influencia en tales resultados de variables ideológicas (concretamente la ideología sexista y los mitos hacia el acoso) en dicha percepción.
Puesto que no contamos en España con un instrumento que evalúe los mitos acerca del acoso sexual, el tercer bloque (estudios 4, 5 y 6) está relacionado con la validación al castellano la escala de Aceptación de Mitos del Acoso Sexual (ISHMA), una de las más citadas en la literatura sobre acoso sexual.
En el cuarto (estudio 7) y quinto bloque (estudio 8), el objetivo fue estudiar posibles factores que puedan influir en la percepción social del acoso, concretamente la tipología de acoso (atención sexual no deseada (más explícito) vs. acoso de género (más sutil)) y la respuesta de la víctima. En los anteriores estudios, la conducta de acoso siempre procedía de un hombre con un estatus superior al de la víctima. Sin embargo, la literatura señala que también pueden darse situaciones de acoso entre iguales, o desde una posición de poder inferior hacia una superior. Por lo tanto, con el sexto bloque (estudios 9, 10 y 11), se pretende confirmar la influencia primero del tipo de acoso y el estatus del acosador (estudio 9); en segundo lugar (estudio 10) se estudia el estatus de acosador y víctima, finalmente con el estudio 11 se analiza la influencia del estatus de la víctima y su respuesta ante el acoso. Los resultados de estudios muestran que el acoso de género sigue sin percibirse como tal, lo que refrenda la influencia de los mitos en la percepción del acoso sexual. Esto posiblemente pueda ser debido, a que una situación sutil de acoso puede ser valorada como flirteo normal entre un hombre y una mujer, por lo que otras variables tales como el atractivo físico puedan estar influyendo en tal valoración. Por lo que con el séptimo bloque (estudio 12) pretendemos comprobar la influencia del atractivo físico sobre la percepción del acoso entre compañeros. Pese a que éste tipo de situaciones son las que menos se perciben como acoso, son sin embargo las más frecuentes (Lonsway, Paynich, y Hall, 2013). Por último, se presentan las conclusiones de la presente tesis doctoral.
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