A lo largo de toda la Edad Moderna, y a pesar del fortalecimiento del poder real a fines del siglo XV, Galicia continuó siendo un gran "coto señorial". Varias de las ciudades cabezas de provincia siguieron bajo dominio episcopal, como prueban los casos de Santiago y Lugo. Poder municipal, poder señorial y poder real aparecen en el curso de los siglos XVI y XVII como tres instancias concurrentes e interdependientes, según puede verse en el caso del ejercicio de la justicia, de la provisión de oficios y de la gestión de las haciendas locales. En todos estos asuntos, y en especial en lo que toca al ejercicio de la justicia y supervisión de los oficiales municipales, los señores ven confirmados, e incluso aumentados sus privilegios en el transcurso del XVI y primeras décadas del XVII. Pero, a la vez, los concejos urbanos lograron también, apoyándose en el poder real, que se les garantizara su esfera de influencia, si bien el poder urbano en Galicia no es comparable al que en ambas castillas o Andalucía ejercen las ciudades con voto en cortes.
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