El arte y la ciencia están en perpetua evolución. Cada generación recibe una herencia que enriquecida con su esfuerzo y trabajo debe de entregar a las venideras.
Desde la prehistoria a nuestros días, la medicina va a ir avanzando paulatinamente desde una esencia puramente mitológica y supersticiosa al estado de una ciencia que querrá desentrañar los secretos de la Naturaleza.
Encontraremos en esta evolución momentos brillantes, conceptos de una audacia y exactitud asombrosa, pero también los hallaremos inexactos y oscuros, que nunca debemos juzgar a la ligera, pues hemos de considerar el ambiente de la época a que pertenece.
En este desarrollo de la ciencia, uno de los factores que el investigador, consciente de su responsabilidad, trata de evitar, es una influencia de la época ó del estado anímico del sujeto que explora o el explorado, influencia del ambiente en que se desarrolla (grado educacional, cultural) o de su psiquismo y para ello trata de dar a sus pruebas la máxima objetividad posible, no solo por parte del sujeto paciente sino también por parte del explorador, que de esta forma, se siente liberado de la enorme responsabilidad que supone que el resultado de una prueba pueda tener ciertos matices, de su yo actual.
La audiología no ha escapado a esta tendencia y por ello ha sido también un deseo unánime de los audiólogos el contar con una técnica e instrumental de la exploración de la fijación auditiva que nos proporciona respuestas objetivas, no sujetas a la voluntad del sujeto explorado, cuando éste haya percibido el sonido estímulo utilizado.
El mayor inconveniente con que nos enfrentamos en la actualidad al explorar la función auditiva mediante la audiometría convencional es la subjetividad de la respuesta, de tal manera que el trazado del umbral o la exploración de la función auditiva por encima del mismo, mediante las pruebas supraliminares, dependen única y exclusivamente de las respuestas o indicaciones del sujeto explorado, es decir tenemos que confiar en lo que voluntariamente éste nos diga. Ahora bien, en determinadas circunstancias y ocasiones las respuestas dadas por el sujeto o la estimulación auditiva no corresponden a la realidad, es decir, son falsas o erróneas. Falsedad o error que puede ser consecuencia de una intención voluntaria de engañar al explorador, como a menudo sucede en la valoración médico-legal de la función auditiva tras accidentes de trabajo, tráfico o enfermedad profesional; o bien las falsas respuestas son involuntarias, como ocurre por ejemplo, en personas de edad avanzada, enfermos mentales o niños. Con respecto a estos últimos, y tanto más cuanto menor es su edad, la exploración auditiva con los medios habituales plantea a diario verdaderos problemas no resueltos, no solo por la posible falsedad involuntaria de las respuestas, sino por la ausencia de respuestas, como observamos a diario en la clínica.
Tal deseo no ha sido posible en su aplicación clínica diaria hasta fechas muy recientes (independiente de la exploración de la función auditiva mediante reflejos condicionados o algunos intentos de audiometría objetiva: Psicogalvanica, E.Co.G. y ha sido posible cuando se ha puesto a punto y comercializado el instrumental o equipo adecuado para el registro de los Potenciales Evocados Auditivos (P.E.A.) Mediantes estas técnicas de registro de los P.E.A. es posible como nos demuestra nuestra experiencia, conocer objetivamente si un sujeto determinado, al cual se le aplica por vía aérea u ósea un estímulo auditivo, percibe dicho estímulo.
Es por ello por lo que hemos realizado este trabajo en el que ponemos de manifiesto que a través del estudio de los potenciales evocados auditivos (P.E.A.) podemos obtener las respuestas objetivas de la percepción de un estímulo auditivo aplicado a un sujeto por vía aérea o vía ósea. No tratando en esta Tesis otros muchos e interesantísimos aspectos de esta exploración porque serán objeto de trabajos posteriores.
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