Desde la segunda mitad del siglo XX, se han experimentado muchos cambios sociales que han propiciado un aumento exponencial demográfico en las personas de más edad, aspecto que además de suponer un logro para la humanidad, supone uno de los mayores desafíos, ya que, lleva consigo mayores exigencias económicas y sociales para todos los países. Es por ello que dicha situación está suscitando elevada incertidumbre y gran cantidad de debates, en todas las sociedades.
Fruto de la importancia y aumento del envejecimiento, los Estados Miembros de la Unión Europea han empezado a desarrollar políticas sociales donde la promoción del envejecimiento activo de las poblaciones sea su eje central. En esta línea, lo que se pretende no es sólo la sostenibilidad económica si no que se busca, además, mejorar la vida de los mayores, participando en la sociedad y por ende, reducir la presión en los sistemas de asistencia sanitaria y social. Todas ellas, medidas que contribuirían a un crecimiento sostenible de la población.
Las caídas constituyen un problema clínico, económico y social serio entre las personas mayores de todo el mundo. En este sentido, varios estudios indican que la calidad de vida de las personas mayores está determinada, en gran medida, por la capacidad de seguir siendo independientes en su contexto habitual de vida. Sin duda, las caídas constituyen la más importante causa de pérdida funcional e independencia, debido en gran parte a su elevada prevalencia en este grupo etario y por la elevada predisposición o vulnerabilidad para sufrir lesiones asociadas.
En los últimos años ha tenido lugar un aumento en la recogida de datos epidemiológicos sobre las caídas y su difusión en la comunidad científica, evidenciando la existencia tanto de factores intrínsecos como extrínsecos, muchos de los cuales son potencialmente modificables.
Este conocimiento constituye un valor añadido para la prevención de estos eventos y lesiones relacionadas con ellos, debido a que la reducción de un factor de riesgo asociado con la caída puede tener un gran impacto en la frecuencia y morbilidad asociada.
Aunque se han llevado a cabo muchas estrategias de prevención debido a su frecuencia y consecuencias, en base a factores causales; no se ha hecho gran hincapié en el tiempo de caída. Por tanto, se sabe mucho sobre el ámbito donde tiene lugar, la manera y el motivo de dicha caída, pero cuando ocurre esa caída no suele ser determinado.
Los ritmos biológicos son parte fundamental de la homeostasis fisiológica, muchos de ellos son circadianos y sincronizados durante las 24 horas del día. En este aspecto, se ha demostrado la existencia de franjas horarias de alto grado de ocurrencia en eventos agudos (infarto hemorrágico, ruptura de la aorta abdominal,¿). Además, se ha visto que el envejecimiento está asociado con un descenso de esta función circadiana. Por tanto, la indicación precisa del tiempo de caída, puede proporcionar una información bastante útil, ya que, podría ayudar a verificar si existen factores de riesgo durante ese período de tiempo, y finalmente, ayudaría a diseñar estrategias de prevención.
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