La relectura de los textos a partir de la arqueología, nos permite ir más lejos en el viejo discurso historiográfico sobre la "continuidad" o la "ruptura" en la historia del poblamiento en este periodo. En el mundo urbano, la promoción de las aglomeraciones urbanas principales o secundarias a obispados y el proceso de cristianización, dan lugar a cambios irreversibles en la topografía. Lejos del catastrofismo y de las tesis basadas en la "ruptura" de la "ciudad" antigua, esta va a ser objeto de transformaciones y adaptaciones. En el mundo rural, asistimos entre el 400 y el 700 a una serie de transformaciones internas del poblamiento rural romano: un declive lento pero progresivo de los establecimientos rurales antiguos, de sus formas de organización y de ocupación del suelo. Desde el 600 y sobre todo entre el 700 y el 800, factores internos y externos provocaran la desestructuración del poblamiento antiguo y la eclosión de un hábitat disperso y marginal en las "fronteras" del paisaje rural romano. El proceso de reorganización territorial desde el 865, restructurara el poblamiento romano a partir de los obispados y monasterios. En el hábitat fortificado, la ocupación/reoocupación de los sitios de altura es una constante en un territorio de "frontera".
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