De acuerdo con la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF), desarrollada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que utiliza un enfoque “biopsicosocial”, se define la discapacidad como el resultado de interacciones complejas entre las personas que tienen limitaciones funcionales (físicas, sensoriales, intelectuales o mentales) y el ambiente social y físico, que representan las circunstancias en las que vive. Es decir, se debe a la interacción entre un individuo (con una condición de salud) y los factores contextuales (ambientales y personales) (OMS, 2001).
Según las estadísticas sanitarias manejadas por la OMS (2011) más de mil millones de personas viven con algún tipo de discapacidad, cifra que representa el 15% de la población mundial. En América Latina, existirían alrededor de 85 millones de personas con algún tipo de discapacidad y se sabe que esta cifra, independientemente de la región geográfica, irá en aumento lo que los expertos de la OMS atribuyen principalmente a dos situaciones: el envejecimiento de la población y el incremento global de los problemas crónicos de salud asociados a discapacidad (diabetes, enfermedades cardiovasculares y trastornos mentales, entre otros). Además del incremento y sus causas, también señalan los datos que las personas con discapacidad son más vulnerables a la pobreza, ya que presentan menos años de escolarización y, por tanto, tienen menores posibilidades de obtener un empleo (UNICEF, 2013).
En Chile, de acuerdo al Segundo Estudio Nacional de la Discapacidad (ENDISC- II), el porcentaje de personas adultas en situación de discapacidad llega al 20% que equivale a dos millones setecientas mil personas aproximadamente (SENADIS, 2016). Respecto a las cifras nacionales de estudiantes universitarios en situación de discapacidad, en los que se basa la presente investigación, también los datos evidencian condiciones de inequidad tanto en su acceso como en su permanencia académica (Chacón-López y López-Justicia, 2016; Lissi et al., 2009; Valenzuela-Zambrano, Panão, Chacón-López y López-Justicia, en prensa), ya que se presenta una diferencia de más de 10% entre la población adulta que ha terminado estudios superiores (20%), frente al 9.1% de personas en situación de discapacidad que ha terminado la Educación Superior (SENADIS, 2016).
En el último decenio, Chile ha avanzado en políticas normativas sobre inclusión del alumnado con discapacidad, ejemplo de ello es la Ley que Establece Normas Sobre Igualdad de Oportunidades e Inclusión Social de Personas con Discapacidad, que en su Artículo 39 recoge que las instituciones de Educación Superior “deberán contar con mecanismos que faciliten el acceso de las personas con discapacidad, así como adaptar los materiales de estudio y medios de enseñanza para que puedan cursar las diferentes carreras” (República de Chile, 2010, p. 12). Adicionalmente, algunas instituciones han creado sistemas de admisión especial para estos estudiantes, así como programas para apoyar su permanencia (Lissi et al., 2013).
La presencia de las brechas anteriormente mencionadas para Lissi et al. (2009) se deben, entre otras razones, a que la inclusión en Educación Superior no ha tenido el impulso que se ha registrado en los otros niveles escolares. A modo de ejemplo cabe mencionar que, si bien existe una reglamentación general que hace alusión a la inclusión de las personas en situación de discapacidad en la Educación Superior, ésta no da cuenta de un reglamento que norme los procesos de acceso, permanencia y progreso de estas personas (Barros, 2011); quedando a disposición de la voluntad y criterio de cada institución. A pesar de los esfuerzos, todavía hay muchas barreras que estos estudiantes deben enfrentar.
Asimismo, la carencia de investigación en el tema también justifica la conveniencia de contar con estudios que indaguen en el conocimiento de algunos factores que inciden en la inclusión de personas con discapacidad en el sistema universitario, que se profundice en cómo se auto-perciben y sienten psicológicamente, y cuáles son las actitudes de la comunidad educativa universitaria hacia éstas. Todo con el fin de tener una visión global del estado en que se encuentra la inclusión de estudiantes en situación de discapacidad, para avanzar hacia una sociedad que integre la diferencia como un valor.
Partiendo de esta premisa el objetivo general de la presente Tesis Doctoral es conocer las principales barreras y factores favorecedores de la inclusión de estudiantes con discapacidad en la Educación Superior Chilena. Para ello se proponen tres objetivos específicos. El primero es analizar los actuales procesos de acceso y apoyo a la permanencia del estudiantado con discapacidad existentes en la Educación Superior Chilena. El segundo es explorar el estado personal/emocional (en variables como el autoconcepto, ansiedad y depresión) de universitarios en situación de discapacidad, en comparación con sus pares sin discapacidad. Y el tercero es describir las actitudes hacia personas con discapacidad por parte del estudiantado de la Universidad de Concepción (Chile). Todo con el propósito de ofrecer un diagnóstico psicosocial actualizado del estado en que se halla este colectivo y proponer acciones de mejora en los procesos de inclusión que llevan a cabo las instituciones de Educación Superior Chilenas.
La presente Tesis Doctoral se estructura en cuatro capítulos diferenciados. Un primer capítulo introductorio compuesto por dos estudios: el primero de ellos es una revisión teórica, que tiene como objetivo de detectar barreras en los actuales sistemas de acceso y programas de apoyo para universitarios chilenos en situación de discapacidad, con el fin de sugerir mejoras. El segundo estudio ofrece una descripción de los actuales sistemas de acceso y programas de apoyo para universitarios chilenos en situación de discapacidad, y compara estas prácticas inclusivas con las llevadas a cabo con estudiantes universitarios portugueses. Hace una revisión teórica de las políticas y prácticas inclusivas presentes tanto en el alumnado universitario de Chile como en el de Portugal, describiendo los principales avances de ambos países respecto a legislación y prácticas inclusivas en Educación Superior, planteando una serie de sugerencias, estrategias y propuestas de mejora a través de la comparación constructiva de experiencias de trabajo. Entre los principales hallazgos se destaca que ambos países carecen de legislación específica que ampare la permanencia del alumnado con discapacidad en sus instituciones de Educación Superior. Las dos naciones también requieren de un mayor apoyo en recursos físicos y humanos por parte del Estado para el acceso y permanencia de estos estudiantes, además de promover la capacitación del personal académico, principalmente en la realización de Adaptaciones Curriculares de Acceso como estrategia para disminuir las brechas de enseñanza en condiciones de equidad.
El segundo capítulo se compone de tres estudios (3, 4 y 5) de investigación de carácter cuasi-experimental. El propósito de este capítulo es revisar variables personales/emocionales en universitarios con discapacidad tales como el autoconcepto, sintomatología ansiosa y depresiva, con el afán de conocer su estado emocional y con ello dotar de herramientas a los programas institucionales de apoyo, en las áreas psicológicas que lo necesiten.
El estudio tres se refiere a la exploración del autoconcepto de universitarios chilenos (con y sin discapacidad) y a la influencia del género. Entre los principales resultados se destaca que los estudiantes en situación de discapacidad presentan un autoconcepto físico más bajo que sus pares sin dificultades, mientras que entre los universitarios con discapacidad se da un mayor autoconcepto académico en mujeres respecto a sus pares varones. Datos que, por un lado, validan la importancia de la creación de programas de apoyo para estos estudiantes (que requieren más ayuda psicosocial que sus pares) y, por otra parte, señalan hacia dónde orientar el trabajo. En este caso parece que el foco debería estar en desarrollar la autoconfianza en el aspecto físico en estudiantes en situación de discapacidad, así como propiciar el refuerzo académico de los varones con discapacidad.
A la luz de los resultados anteriormente encontrados, se llevó a cabo otra investigación (estudio cuatro) que comparó el autoconcepto de universitarios chilenos de la Octava Región (Chile) con un grupo de universitarios portugueses (del centro-norte de Portugal) con discapacidad. Además se analizaron diferencias asociadas al género y la participación en programas de apoyo entre los estudiantes con discapacidad. Los resultados ratificaron los encontrados en el estudio anterior, al observarse que los estudiantes con discapacidad (chilenos y portugueses) tienen un autoconcepto físico más bajo que sus pares sin dificultades, siendo los chilenos quienes obtienen puntuaciones más bajas cuando se comparan sólo estudiantes con discapacidad. Asimismo, las mujeres vuelven a presentar mejor autoconcepto académico que sus pares varones; no obstante, esta vez las mujeres obtuvieron peores puntuaciones en autoconcepto emocional. También se encontró que los estudiantes que participan en programas de apoyo tienen un autoconcepto físico mayor que los que no participan. Concluyéndose, entonces, que los programas de apoyo juegan un importante papel, al ser un buen recurso para mejorar el autoconcepto en universitarios en situación de discapacidad.
El quinto estudio tiene como objetivo determinar el estado emocional de universitarios chilenos con discapacidad visible y no visible frente a alumnado que no presenta dificultades, así como conocer la influencia de variables como género y el apoyo social percibido. De los resultados se destaca que los universitarios con discapacidad obtienen mayores puntuaciones en depresión y en ansiedad-rasgo que los estudiantes sin discapacidad, mientras que en el colectivo de universitarios con discapacidad, los que presentan una condición visible tienen puntuaciones más altas en ansiedad-rasgo que aquellos con discapacidad no visible. En cuanto al género se detectó que los hombres en situación de discapacidad son quienes obtienen mayores niveles de sintomatología depresiva y de ansiedad-estado. En relación al apoyo social percibido, éste fue mayor en estudiantes con discapacidad no visible. Dentro del propio colectivo de estudiantes con discapacidad se ratifica la influencia de la visibilidad de la condición de discapacidad como un factor a considerar en futuros estudios.
Los datos aportados por las investigaciones que componen el capítulo ponen de manifiesto la necesidad de ofrecer apoyo psicológico a los universitarios con discapacidad, ya que presentan un estado emocional más negativo respecto a sus pares sin dificultades. Las Universidades deberían tener en cuenta estos resultados en el momento de diseñar e implementar programas de apoyo institucionales para estudiantes con discapacidad, más aún cuando se ha subrayado que altos niveles de ansiedad y depresión, así como bajo autoconcepto, no sólo afectan a las relaciones sociales, sino también al rendimiento funcional y académico (Osada, Rojas, Rosales y Vega-Dienstmaier, 2010).
El tercer capítulo tiene como objetivo conocer las actitudes hacia personas con discapacidad de universitarios chilenos, apartado tratado en un sexto y último estudio de carácter cuasi- experimental. Éste persigue conocer las actitudes hacia personas con discapacidad de universitarios de la Universidad de Concepción (Chile) de las áreas de Ciencias e Ingeniería, Salud y Educación, de acuerdo con el contacto previo con esta población y la etapa de formación cursada (inicio y término).
Entre los resultados de este sexto estudio destacan, en primer lugar, que el contacto previo con personas con discapacidad afecta positivamente las actitudes hacia este colectivo. También se encontraron diferencias en actitudes de acuerdo al área de conocimiento, siendo el estudiantado del área de Educación y del área de la Salud quienes obtuvieron mayores puntuaciones en actitudes hacia la discapacidad comparados con los que estudian carreras del área de las Ciencias e Ingeniería. En cuanto a la etapa formativa aquellos estudiantes que se encuentran en el último período de su formación profesional (cuarto o quinto año), tienen actitudes más positivas hacia la discapacidad que los recién ingresados.
Cabe destacar que este estudio es el primer trabajo que incorpora tres áreas de formación distintas entre sí, mientras la mayoría de las investigaciones han comparado carreras que involucran una única área, como los realizados entre titulaciones de Ciencias Sociales (Polo, Fernández y Díaz, 2011), o entre titulaciones del área de Salud (Mella y González, 2007). Además, es el primero que ha logrado reunir la muestra más alta de estudiantado de pregrado (1265 estudiantes), procurando una distribución equitativa de estudiantes por etapas de formación que permitiera una comparación entre éstos, así como entre áreas de formación.
El cuarto y último capítulo reúne las conclusiones de la presente Tesis Doctoral, conformado por las aportaciones recogidas en cada uno de los seis estudios. Se ofrecen unas conclusiones con el propósito de favorecer que las personas con discapacidad puedan aprender en condiciones de equidad, mejorar su calidad de vida y potenciar el desarrollo de su autonomía personal en el ciclo formativo de Educación Superior.
En resumen, los principales resultados de la presente Tesis Doctoral muestran que: a) Todavía existen muchas barreras para alcanzar la inclusión real en Educación Superior en Chile, siendo necesario mejorar los sistemas de acceso y permanencia de estos estudiantes; y que los programas de apoyo creados como recurso para ayudar en su permanencia en las instituciones educativas trabajen de manera coordinada y compartiendo experiencias de trabajo.
b) Hay presencia de una mayor vulnerabilidad emocional en universitarios chilenos con discapacidad respecto a sus pares que no presentan dificultades, por lo que los programas de apoyo institucionales serían un buen recurso para ayudar a mejorar su bienestar psicosocial.
c) Las actitudes positivas hacia la discapacidad pueden ser trabajadas en las Universidades por medio de la educación del alumnado en el tema de la inclusión creando, por ejemplo, asignaturas que lo aborden. También se puede potenciar a través del empoderamiento del propio colectivo con discapacidad, favoreciendo su participación en todas las actividades de la vida universitaria, fomentando el contacto de la comunidad educativa con sus pares que presentan discapacidad.
Finalmente, me gustaría concluir puntualizando que todos los esfuerzos realizados por lograr la inclusión real de estos estudiantes en las instituciones de Educación Superior, no sólo los beneficia a ellos como usuarios directos, sino a toda la comunidad educativa, ya que el estudiante con discapacidad es un catalizador de prácticas y valores nuevos (Rodríguez, 2004). Su presencia estimula la reflexión sobre las metodologías, las prácticas docentes, entre otros aspectos, por lo que invertir en investigación y apoyo en el fomento de la inclusión siempre será beneficioso para todas y todos.
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