Introducción:
La visión es extremadamente importante para la supervivencia de muchas especies (De Juan y Pérez, 1997), incluidos los peces teleósteos, ya que para ellos, como para el resto de los vertebrados, el sistema visual responde a sus necesidades, cumpliendo un conjunto de actividades diversas, que van desde la obtención de alimentación, la defensa y la protección de cualquier peligro en el entorno, hasta la regulación de los ciclos circadianos y la reproducción. Para una mejor adaptación de la visión a diferentes tipos de hábitats del medio acuático, los peces en general, los teleósteos en particular, han desarrollado variadas estrategias de carácter morfológico, intrínsecamente influenciadas por las condiciones de iluminación. Uno de los cambios más importantes, que han llamado la atención de varios investigadores, es el alto grado de plasticidad sináptica a nivel de la capa plexiforme externa, que afecta en primer lugar a las cintillas sinápticas de los pedículos de los conos y las espínulas formadas por las células horizontales. Las espínulas, unas estructuras observadas exclusivamente en la retina de los teleósteos, son unas proyecciones digitiformes, que desde las dendritas de las células horizontales se invaginan profundamente en los pedículos de los conos. La aparición de estas espínulas ha sido correlacionada con la adaptación a la luz, con la oponencia al color en las células horizontales y ganglionares, se han considerado como sitio de doble función, pre- y post-sináptico, responsable del efecto "feedback", entre las células horizontales y los pedículos de los conos (Raynauld et al., 1979; Wagner, 1980; Weiler y Wagner, 1984; Djamgoz, 1989; Kirsch et al., 1990). Otra posible función de las espínulas, es aumentar la señal de los bordes y mejorar el contraste de la imagen (Balboa y Grzywacz, 2000).
Por diferentes razones todos estos papeles, probablemente desempeñados para estas estructuras a nivel de la retina de los teleósteos, se han puesto en cuestión por algunos autores (De Juan et al., 1996): por una parte porque ha sido difícil demostrar un papel en el procesamiento que conduce directamente a la visión del color; de otra parte, se demostró que las espínulas no son necesarias para la discriminación de la longitud de onda ni para la transmisión de las señales fotópicas a través de la vía ON de la retina (Yazulla et al., 1996). Por lo tanto, su función en la codificación de la luminosidad y su relación con la resolución de la imagen y la agudeza visual, queda todavía indeterminada. Se demostró también en varios estudios (De Juan et al., 1996; De Juan y García, 1998; García y De Juan, 1999) que el número de espínulas por pedículo de cono, es un número que varía de un teleósteo a otro, esto es debido a muchos factores, principalmente, la especie al que pertenece el pez, su edad y su grado de depredación (Douglas y Wagner, 1983).
A partir de todo lo citado anteriormente y de la literatura revisada, hemos planteado una serie de hipótesis, a partir de una hipótesis principal, que es la siguiente: Las espínulas pueden ser unos detectores biológicos, relacionados con la conducta trófica y/o predatoria de los peces teleósteos, usados por la retina periférica, para detectar cualquier movimiento y señalización en el entorno. Esta hipótesis, fue el comienzo de la puesta en marcha de esta tesis.
Conclusiones: Una comparación entre la distribución de las espínulas y de las células ganglionares se contradice con las hipótesis formuladas por diferentes autores sobre el papel desempeñado en la agudeza visual, por lo tanto, podemos decir según los resultados obtenidos, que las espínulas pueden ser efectivamente unos detectores biológicos relacionados con la conducta trófica y depredadora de los teleósteos, usados por las zonas de la retina con menos poder de resolución para detectar todo movimiento y señalización en el entorno.
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