[ES]La rehabilitación de los edificios construidos en piedra, que forman parte del Patrimonio Histórico de nuestro país, ha llegado a ser una actividad de gran trascendencia cultural, de ahí el gran interés que tiene realizar estudios de investigación sobre la piedra natural (término aplicado a rocas que han sido extraídas de canteras para su utilización en la construcción o uso industrial). Un buen inventario de la piedra natural, especialmente de la piedra de cantería, puede resolver muchos problemas relacionados con la restauración, sobre todo en aquellos monumentos que se construyeron con piedra procedente de canteras que en la actualidad, por diversos motivos, ya no se explotan. En el trabajo desarrollado, como objetivo fundamental, se ha pretendido ampliar el conocimiento de nuestro grupo de investigación sobre la naturaleza y el comportamiento, ante las condiciones ambientales, de distintos tipos de granitos y rocas relacionadas empleadas en la construcción, ornamentación y/o restauración de algunos de los monumentos de interés histórico-artístico de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. El estudio se ha centrado en la ciudad de Salamanca, cuyo centro histórico es Patrimonio de la Humanidad desde 1988 (UNESCO, 1988), y en concreto, en tres monumentos que han sido, a lo largo de su historia, objeto de varias actuaciones de restauración, como son: la Plaza Mayor, el Conjunto Catedralicio y el Puente Romano. Se han identificado los distintos materiales graníticos (y rocas relacionadas) empleados en los mismos, y de entre ellos, se han seleccionado tres, el leucogranito de Martinamor, el granito de Los Santos y la vaugnerita de Calzadilla del Campo. El principal motivo de la selección de los materiales graníticos es que fueron empleados ampliamente en la base y zócalos de los monumentos, puertas y ventanas (dinteles y jambas), columnas, dovelas, losas, peldaños, etc. De todos estos usos, el más relevante es el empleo en los zócalos, debido a su alta resistencia, densidad y bajos coeficientes de absorción (Puche Riart y González Aguado, 1992). Originalmente, en la Ciudad de Salamanca, los zócalos de muchos edificios estaban construidos en piedra tosca o en piedra franca, tal como señala Rodríguez G. de Ceballos (1991) para la Plaza Mayor. Estas piedras se arenizan fácilmente por el ascenso capilar de agua, motivo por el cual las rocas graníticas, más duras y menos porosas, se emplearon para sustituirlas, evitando el desgaste de los zócalos y el consiguiente desmoronamiento de los muros. Pese a que los granitos s.l. son rocas más resistentes, también están sometidos a una degradación o alteración por el simple hecho de no encontrarse en las mismas condiciones que presidieron su génesis, y, sobre todo, por la presencia de agua, en sus diferentes estados, indispensable para el desarrollo de las reacciones químicas (Pédro, 1993). La consecuencia directa de este proceso es la alteración de las rocas una vez colocadas en el edificio y manipuladas por el hombre, lo que entendemos como piedra. Tal alteración se puede manifestar de muchas formas, tales como: creación de fisuras, aumento de la porosidad y permeabilidad, desplacaciones, pérdida de partículas (arenización o sand desintegration), etc., procesos todos ellos normalmente acompañados de transformaciones mineralógicas y neogénesis de minerales, seguido de la pérdida de cohesión de la roca (Delgado Rodrigues, 1996). La presencia de estas patologías justifica el estudio de las actuaciones de conservación destinadas a restablecer las características originales de la piedra en la edificación en la que está empleada. Las actuaciones de conservación más habituales son: limpieza, consolidación, protección y reposición. De esta forma, se aplican una serie de tratamientos sobre materiales pétreos, determinando su eficacia, durabilidad e idoneidad con el fin de establecer la metodología de conservación más adecuada para cada material en las condiciones ambientales en que está, o va a ser situado.
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