El espacio es uno de los grandes fetiches del Movimiento Moderno. Sobre todo a través de su consideración junto con el tiempo, (el otro gran tema de la modernidad), popularizado por el libro clásico de Giedion "Espacio, Tiempo y Arquitectura". Dejando a un lado los equívocos que este libro plantea, (dado el entusiasmo apologético y legitimador de las corrientes arquitectónicas que rompen radicalmente con el pasado inmediato llevado a cabo por Giedion), lo que permanece al cabo de los años de aquellas páginas apasionadas es la afirmación de una nueva sensibilidad, la aparición de una mirada diferente. La mirada que caracteriza a las vanguardias históricas viene marcada por la desintegración de la totalidad, de la coherencia y de la unidad del universo precedente. La sistematización global del proyecto renacentista y barroco da paso a la exaltación de la fragmentación, el montaje y la yuxtaposición de partes formando un todo ahora incoherente, inconexo, variado y chocante que se ejemplifica perfectamente en la ciudad moderna, en la metrópolis. La mirada que construye la imagen de esta nueva realidad tiene que partir de otros supuestos diferentes de los, hasta entonces, vigentes. Adolf Hildebrand comenzará hablando de la "visión cinética" como el reverso de aquella "visión pura", estática, que caracteriza la mirada tradicional, y que supone la introducción de parámetros significativas en la configuración de la nueva imagen como son la acción y el movimiento del punto de vista. De aquí al espacio-tiempo de Van-Doesburg, la "visión en movimiento" de Moholy-Nagy o el cine no hay más que un paso. Frankl, discípulo de Hildebrand, insistirá en ello para proponer una consideración de la arquitectura, del espacio arquitectónico, estrechamente vinculada a su imagen, y, más concretamente, a una "imagen mental" de la arquitectura que sintetice toda nuestra experiencia, todo el conjunto de imágenes que nuestra indagación por el espacio construido ha ido registrando. Y de aquí a lo "imaginario" ya solo hay una pequeña frontera. Porque lo imaginario se toma, en esta Tesis, en un doble sentido, como algo que no existe de una manera física, tangible y, por lo tanto, no tiene existencia estable, y como representación de la realidad, es decir como imagen. El Lissitzky lo expresará perfectamente en "A. y Pangeometría" cuando al hablar de los distintos espacios que caben en el creación artística termina explicando lo que el denomina "Espacio Imaginario" y que aquí nos sirve de punto de partida para todas las consideraciones desarrolladas en esta Tesis.
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