Observando e interpretando la experiencia católica de los ecuatorianos en Barcelona y New York, llegué a la conclusión de que estos se dirigían al mito y a sus respuestas, movidos, no por algún instinto gregario u otro tipo de automatismo apriorísticamente determinado, sino porque identificaban allí una lógica simbólica, buena para pensar su propia vida. De hecho, por medio de sus prácticas religiosas no se quedaban en una situación socioculturalinerte, étnicamente predeterminada, sino que activaban constantemente procesos de (re)significación que actualizaban, gradualmente, su posición en el vasto mar de la vida social. La heterogeneidad cultural que encuentran en sus nuevas parroquias no impide que ellos siganusando el discurso mítico:como pueden yconjugándolo de manera personalizada con los universos étnicos que frecuentan;para seguir atribuyendo sentido a su realidad y a (re)estructurar su vida social.
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