Las malformaciones arteriovenosas cerebrales (MAV) son anomalías congénitas en las que el flujo arterial llega a una vena sin pasar por la red de capilares. Su manifestación más frecuente es el sangrado intracraneal. La aplicación de radiocirugía (RC) sobre el nido conlleva su lenta oclusión (hasta 3 años), pero también se asocia a una serie de complicaciones. Por ello su validez en el tratamiento de MAV no hemorrágicas, o sea aquellas que se presentan con una clínica como epilepsia, cefalea o son completamente asintomáticas, es aún controvertida. El presente estudio observacional se realizó sobre pacientes consecutivos tratados con RC y seguidos entre 1994 y 2010 clínicamente y mediante resonancia magnética con contraste (RM) con el objetivo de calcular las tasas de hemorragia antes y después del tratamiento y la tasa de complicaciones radiológicas y clínicas a largo plazo. Un total de 108 pacientes fueron incluidos. La edad media en el momento del diagnóstico fue de 36 años, 55% eran hombres. El 39.8% de las MAV fueron hemorrágicas, del resto la mayoría fue diagnosticada tras crisis epilépticas (32.4%) o cefaleas (15.7%). La mayoría (78%) tenía un nido de localización córtico-subcortical, con un volumen mediano de 5.8 cm2. Un 15.7% de MAV estaban asociadas a un aneurisma. Veinte pacientes (18.5%) recibieron una segunda radiocirugía tras constatarse un nido aún patente pasado el período de 3 años. El porcentaje de MAVs ocluidas con éxito fue de 65%. El seguimiento medio tras el tratamiento fue de 65 meses. Desde el nacimiento hasta diagnóstico se calculó una tasa global anual de hemorragia de 1.2%, y una tasa específica para las MAV hemorrágicas de 3.3%. Desde el diagnóstico hasta la RC (media de 25 meses) se calculó una tasa de 2.6% en MAV no hemorrágicas, y de 3.8% en MAV hemorrágicas. Los 3 primeros años tras la RC la cohorte no hemorrágica tuvo una tasa de resangrado anual de 1.4% y la hemorrágica de 2.1%. Pasados 3 años tras la RC se demostraron tasas de 0.3% para las MAV no-hemorrágicas y 1.1% para las hemorrágicas. La ausencia de aneurismas, pequeño tamaño del nido y la ausencia de hipertensión arterial redujeron el riesgo del sangrado post tratamiento. Solo un 42% de pacientes no presentó ninguna secuela radiológica a largo plazo. La aparición del edema vasogénico post tratamiento fue observado en el 43%, la rotura de la barrera hematoencefálica (BHE) en 20.6% de casos y un 7% de pacientes mostró necrosis franca. La variable combinada de “lesión radiológica mayor”, definida como necrosis, edema y/o rotura de la BHE moderada o grave fue positiva en 20% de los pacientes. El tiempo mediano desde la RC hasta el peor hallazgo en imagen fue de 60 meses. Los factores que se asociaron con la aparición de lesiones radiológicas mayores fueron el diámetro del nido mayor de 3 cm. y el tratamiento con dos radiocirugías. El riesgo de complicaciones clínicas se cifró en un 13.7%. Déficit focal no asociado a hemorragia se presentó en 5.8%, hipertensión endocraneal 3.9%, crisis epilépticas de nueva aparición 1.9%, hemorragias intracerebrales 6.8% y muerte en 3.9% (dos casos por hemorragia cerebral y dos por neoplasias extracerebrales). En resumen, la RC bajó la tasa de sangrado de 1.2% a 0.3% en MAV no-hemorrágicas y de 3.3% a 1.1% en MAV hemorrágicas, confirmando la utilidad de la técnica. Las complicaciones clínicas afectaron al 13.7% de pacientes. La decisión de aplicar esta terapia debe ser tomada de manera individualizada por un equipo multidisciplinar, sopesando el riesgo acumulativo de hemorragia a lo largo de la vida, el efecto psicológico de vivir con una MAV y las posibles complicaciones del tratamiento.
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