La muerte no es sólo un suceso físico o biológico, cuya identificación se relaciona con la presencia de un cortejo de signos y síntomas clínicos que evidencian el hecho (Lichter,1990) sino que también constituye un proceso psicosocial cuyo significado debemos buscar en los grupos humanos donde se produce. El presente estudio pretende, desde una óptica microsociológica, describir e interpretar la realidad psicosocial que acontece dentro de uno de los hospitales de la Comunidad de Madrid, identificando los valores y creencias que subyacen en la atención al moribundo. Se inscribe dentro del ámbito de la sociología de la muerte, tratando de explorar este proceso como situación social que se desarrolla dentro de la organización hospitalaria. Trata de desvelar los proceso psicosociológicos desarrollados entre los profesionales sanitarios desde la perspectiva construccionista e interaccionista, donde los contextos de interrelación social generan los significados sociales. La principal conclusión a las que hemos llegado con el presente estudio es que “Se niega la muerte”. Entendemos por negación de la muerte esa orientación negativa de la acción social hacia el moribundo y hacia la muerte en sí misma, ligada a un cambio de valores sociales. La muerte interesa poco o nada, no se habla habitualmente de ella, no se prevé esta circunstancia, no se habla con la familia sobre lo que uno desea después de muerto; se oculta la enfermedad sobre todo si finalmente acabará con la vida del paciente; no se nombra a la muerte por si supone un mal augurio; las enfermeras no saben estar sin hacer nada delante del moribundo, no saben qué decir, ni cómo acompañar, en términos generales; los médicos directamente desaparecen. Las enfermeras y los médicos reconocen y aceptan que los muertos son cosa de las enfermeras. Ninguno de estos colectivos sabe manejar las emociones que suscita el sufrimiento de la familia del moribundo, y que en ocasiones son muy intensas. Cuidar al moribundo, mirarle a los ojos, supone asomarse a la propia muerte, como única manera de anticipar el evento. No se acepta la muerte de los más jóvenes, ni las muertes que sobrevienen de manera inesperada. Las enfermeras y los médicos conviven con la muerte, pero sin mirarla de frente. La falta de preparación profesional en cuidados paliativos, la falta estrategias de afrontamiento personal, y la estructura organizativa de los hospitales de agudos, son determinantes en esta negación de la muerte. Todos estos factores son consecuencia de valores sociales que vienen cambiando desde hace unas décadas, tales como la juventud, la el éxito o el estar siempre alegre, y que están enraizando en esta sociedad altamente individualizada, envejecida y cuyo ritmo de vida vertiginoso dificulta incluso realizar la última despedida. En nuestro estudio describimos el mundo social de los profesionales, el contexto donde se desarrolla el marginal fenómeno de la muerte, poniendo de manifiesto las reglas y normas de interacción, las relaciones interprofesionales y sus correspondientes practicas sociales, así como las convenciones sociales y las relaciones jerárquicas o de poder, las condiciones en las que se producen estas interacciones, y el efecto que los discursos ejercen sobre la estructura social, tanto para mantenerla como para modificarla. A través de la metodología cualitativa hemos tratado de captar la complejidad de estas intersubjetividades profesionales en torno a un fenómeno, que suscita muchas inquietudes y que no deja indiferente a ningún sanitario: la muerte. Esta complejidad viene de la mano, no sólo de lo visible sino también de lo imaginario y lo simbólico (Ibáñez,1991) y para profundizar en los procesos sociales derivados de la atención sanitaria al moribundo nos hemos ayudado del estudio del lenguaje, que concebimos desde una perspectiva construccioncita de los contextos de interacción social. “Se trata de hacer aparecer las practicas discursivas en su complejidad y en su espesor; mostrar que hablar es hacer algo distinto a expresar lo que se piensa, traducir lo que se sabe, distinto a poner en juego las estructuras de una lengua; mostrar que un cambio, en el orden del discurso, no supone unas ideas nuevas, un poco de invención y de creatividad, una mentalidad distinta, sino unas transformaciones en una práctica, eventualmente en las que la avecinan y en su articulación común” (Foucault , 2006).
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